Capítulo IX: Secretos

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Sir Larys llegó apresuradamente a mis aposentos. No esperaba su presencia ni tampoco estaba dentro de mis planes recibirlo. Dado que las nodrizas sabían que constantemente hablábamos y éramos amigos, lo dejaron pasar sin muchos miramientos.

-Mi Reina.

-Sir Larys, ¿qué hace usted aquí?

-Me alegra verla, le tengo noticias.

-¿Ha escuchado algo?

-Sí, su majestad. Hay algo que sé que le interesa.

-Bueno, no hay tiempo que perder, por favor, cuénteme.

-Majestad, lo he estado pensando y hay algo que quisiera pedirle a cambio de la información que le doy.

-¿Acaso no es suficiente el tenerlo en la corte y compartirle mis influencias?

-Estoy por siempre agradecido.

-Bueno, ¿qué es lo que desea?

-Majestad, usted bien sabe de mi pie equinovaro, lastimosamente, es algo que no puedo ocultar...

-¿Desearía que le presentase a un médico o quizás que pidiera por usted con el septón?

-No majestad, hay algo que quisiera comentarle, es un tema un tanto delicado y que no he podido compartirlo con nadie. La única razón por la cual lo hago en este momento es porque finalmente siento que puedo confiar en usted. Después de todo he guardado sus secretos, ahora deseo que guarde los míos.

El silencio inundó la habitación, Sir Larys se acomodó en la silla acompañante que había en el cuarto y detenidamente bajó su mirada. En un principio, no entendía muy bien hacia dónde se dirigían sus ojos, pero lentamente fui entendiendo que su atención se centraba en mis zapatos.

 En un principio, no entendía muy bien hacia dónde se dirigían sus ojos, pero lentamente fui entendiendo que su atención se centraba en mis zapatos

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-Verá su majestad, como le decía, yo nací con mi pie de esta manera. Ha sido para mí una carga muy pesada tener que soportar las miradas displicentes de la gente o la lástima que desprendo en algunos. Siempre para la persona que nace con el padecimiento, se convierte en algo natural, pero el que los otros lo señalen es doloroso. Como si fuese un pequeño recordatorio de que esa percepción de normalidad no existe. Es decir, los demás siempre se encargarán de hacerte saber que no haces parte del status quo. He tenido la fortuna de nacer en la cuna de una familia pudiente, pero el efecto siempre será el mismo. El asco que sienten los demás será el mismo si eres rico o pobre, puesto que la deformidad me señala.

-Sir Larys, lo siento mucho...

-No lo sienta majestad. Usted no tiene que vivir con esto.

-...

-Sin embargo, hay algo que podría reconfortar mi dolor.

-Claro, cuénteme, ¿cómo puedo ayudarlo?

Canción de oro y plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora