Me parece que si no hubiese sido por Sir Harwin Strong, lo más probable es que me hubiese quebrado el brazo al caer. Me asusté mucho de encontrármelo, pero afortunadamente, él no hizo muchas preguntas y yo decidí no mencionar nada tampoco. Con gentileza me bajó de sus brazos y yo simplemente me eché a correr a mi habitación. No sé si fue suerte, o coincidencia, pero logré llegar a mis aposentos sin que nadie me viera. Mientras me quitaba la ropa y me desataba las trenzas del cabello, pensé largamente en mis sentimientos por Alicent. Me pregunté quién habría tocado su puerta. Odiaba sentirme como una fugitiva cuando solo quería ser coherente con mis emociones y estar con la persona que amaba.
Pensaba que valía toda la pena el haberme arriesgado y haber visitado a Alicent, pero me sentía frustrada de que siempre nuestras dinámicas fueran a escondidas, en la penumbra. No solo esto, sino el saber que amarla a ella era traicionar a mi padre. Quizás él no era perfecto, pero siempre intentó ser bueno y me dio la libertad de ser quién era. A pesar de que no fuera su heredero hombre, nunca sentí que mi padre me juzgara o creyera menos en mí. Cuando se dudaba de la sucesión, él siempre me apoyó y ¿cómo le pagaba yo? ¿Acostándome con su mujer? Había una guerra en mi misma y no podía evitar sobrepensar cada cosa.
Al día siguiente al levantarme, como era usual, mi primer pensamiento se lo dediqué a Alicent. Pensar en ella reconfortaba mi corazón y le daba motivación a mi espíritu. A pesar de la culpa, a pesar de las circunstancias, a pesar de todo, cada día escogía seguir a su lado y así el destino se antepusiese yo estaba decidida a doblegarlo, algo tenía que pasar, pero me rehusaba a que mi vida fuese sin ella.
Me vestí lo más rápido que pude y con una excusa cualquiera decidí que iría a verla, sin embargo, y tristemente para mí, ese día mi padre había regresado y él estaba acaparando a Alicent. Sabía lo que estaba pasando, no era tonta, imaginaba que Alicent tendría que cumplir sus deberes como esposa, en este punto, tan solo esperaba que mi padre fuera dulce con ella, que la tratara con amor y veneración que es lo mínimo que merecía mi princesa. Tener que compartir a Alicent era algo que me partía en dos, no sabía hasta cuándo podría soportarlo.
Los días fueron pasando y todo parecía desesperantemente rutinario. Sabía que en ocasiones Alicent tenía que reunirse con la corte, había pensado en escabullirme después de sus reuniones, pero esto sería demasiado peligroso, sobre todo porque en cualquier momento mi padre pudiese vernos. Me sentía derrotada, había intentado verla en varias ocasiones, pero no había sido posible. Así que taciturnamente fui al sauce donde solíamos pasar nuestras tardes, donde leíamos, y donde nos besamos por primera vez. Estar allí me hacía sentir mejor, era como si pudiese encontrar parte de ella en ese lugar y esto era suficiente, así fueran solo recuerdos.
Fue una grata e inesperada sorpresa para mí cuando escuché su voz llamándome, al parecer, al estar nuestros corazones tan unidos hubo algo que nos guió a las dos a estar en ese mismo lugar en ese mismo momento. Yo solo buscaba distraerme y ella solo buscaba alejarse de todos en la corte, no sabíamos que nos íbamos a encontrar, y aún así se sentía tan afortunado. Quizás serendipia después de todo.
El simple hecho de estar cerca de ella me traía mucha felicidad, incluso si no hiciésemos gran cosa, conversamos por un tiempo y sentí la impulsividad de pedirle que subiera a mi habitación, en un principio no tenía expectativas de que sucediera nada entre las dos, pero al estar allí tan deslumbrada por su belleza y su ternura, quise tenerla de nuevo, quise desnudar su cuerpo y verla tocarse para mí. Decirle lo que me gustaba y pedirle que lo hiciera era muy emocionante para mí. No quería admitirlo, pero tener el control de la situación era algo que me daba mucha satisfacción.
Una vez llegamos a mi habitación, todo sucedió muy rápido y mientras estaba perdida en el deseo lamiendo a Alicent y complaciéndome a mí, no esperé que mi padre abriese la puerta. ¿Por qué no pudo tocar la puerta siquiera? Simplemente entró y allí yacíamos en la posición más comprometedora. Creo que para todos fue un choque muy fuerte, para nosotras ser descubiertas y para mi padre aprender que su Reina lo estaba engañando. Hubo un segundo de silencio que se sintió como mil agujas lentamente incrustándose en mí. Secretamente, sentía felicidad de que la verdad saliese a la luz, pero me sentía tan mal por Alicent y por Viserys, sin mencionar que la situación en la que se dio todo fue menos que indigna.
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Canción de oro y plata
Fiksi PenggemarLa historia inédita del amor entre Rhaenyra y Alicent.