Visitar a Dolores se había convertido en mi adicción, lo hacía con mucha frecuencia, no podía pasar una semana sin que deseara su compañía. En los días cercanos a la boda de Rhaenyra mi ansiedad había aumentado considerablemente, y la única cura que había en ese momento para mi dolor era la compañía de Dolores. Viserys estaba encerrado en su estudio con su maqueta y preparaba con esmero el discurso que profesaría en la cena previa a la boda de Rhaenyra. Aproveché este momento en el que todos estaban ocupados en toda la planeación y decidí a eso del medio día irme a la casa de placer. Sabía que si era cuidadosa, tendría el tiempo suficiente para ver a Dolores y regresar a cambiarme para la cena.
De alguna manera, muy dentro de mí, sabía que me emocionaba el tener tan solo el tiempo justo. Ni más ni menos, la balanza de quizás ser descubierta parecía interesante, pero había contado con tan mala suerte que quien lo había hecho era Sir Criston. Sabía que Sir Larys tenía algo en mente, pero qué sucedería si él no lo lograba, ¿quién podría tener mi mejor interés a parte de mí misma? Después de las amenazas que había recibido hacía unas semanas se me había ocurrido un plan, y ¿quién diría que Dolores sería la persona perfecta para llevarlo a cabo?
Repasé en mi cabeza lo que podría hacer y qué tan factible sería. No era un mal plan, pero tendría que buscar la manera de que Dolores accediera. ¿Cómo podría hacerlo? No solo el dinero era suficiente, tenía que tomar su corazón también, así que me decidí a seducirla, lenta, pero deliberadamente. Había notado por nuestras conversaciones ciertas cosas que ella disfrutaba, aunque seguía teniendo una posición dominante, dejaba que ella me hiciera preguntas o que me contara de su vida. Había aprendido que ella era una huérfana de otra prostituta que murió en el momento en que la había parido.
Al principio mendigaba en la calle y esperaba que los demás le dieran migajas por la lástima que inspiraba. Con el paso del tiempo y al darse cuenta de que ella ya era adulta y nadie sentía tristeza por ella, empezó a dar su cuerpo por comida o lo que fuera. Primero, lo hacía por voluntad propia en callejones sin protección alguna donde chicas desaparecían constantemente. Una vez un caballero la había engañado y en vez de poseer su cuerpo la ultrajó y la golpeó tan fuerte que le tomó meses poder recuperarse. La historia de cómo había llegado a la casa de placer parecía confusa, nunca quiso contarme mucho, pero lo que era cierto era que ella debía mucho dinero a la matrona y que constantemente la amenazaban con cuentas que hacían arbitrariamente por brindarle techo, abrigo y comida.
Dolores comentaba que tenía preferencia por las mujeres, pero que en realidad podía tomar algunos trabajos con hombres, sin embargo, a ella no le agradaba mucho, ya que en su mayoría los caballeros eran violentos y pedían fetiches muy extraños a menudo. Lo que no hacían con sus doncellas venían a hacerlo al lupanar. No quise indagar mucho, pero no me faltaba imaginación para darme cuenta de lo brutales que podían ser algunos clientes al apreciar las marcas y quemaduras en el cuerpo de Dolores.
Ciertamente, al principio no pensaba en nada, pero con el tiempo empecé a sentir tristeza y deseo de querer ayudarle de alguna manera. Quizás esto me haga una mala persona, pero me aproveché de su dolor y de su miseria para enredarla entre mis manos y enamorarla. Nunca le pedí que se acostara conmigo, pero sí le pedía que me mostrara su cuerpo y que me hiciera partícipe de su placer.
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Canción de oro y plata
FanfictionLa historia inédita del amor entre Rhaenyra y Alicent.