Prólogo

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Lo primero que me llamó la atención del Profesor, fue la manera tan formal de llamarme cuando lo conocí.

"Señorita."

Algo tan simple.

Así de fácil tuvo mi atención. Con eso le concedí los cinco minutos que me pidió para que le dejara contarme de sus planes.

Era un... trabajo. Así lo llamó.

Una oportunidad, según él.

Y cuando no se tiene nada que perder, esa palabra resulta tentar al menos un pedacito dentro de ti.

No sabía por qué debía llamarlo Profesor. Entendía muy bien que no podía darme su nombre real. Pero, ¿Profesor? ¿Cuál era la razón? Aunque poseyera la apariencia, no parecía un hombre que enseñara lo que alguien con ese título debe enseñar, o al menos eso me hizo ver.

Pero lo supe en cuanto conocí a sus demás alumnos.

—Bien, llegamos. – anunció el locutor de todo esto, después de estacionar, rompiendo el indiferente silencio que había en la parte de atrás por parte de todos dentro del vehículo. Realmente no me interesé por verles la cara durante el viaje, percibí desde el primer momento que este golpe iba a durar bastante en ser ejecutado, así que tiempo era lo que tenía para conocer a los demás miembros.

Lo necesario.

Bajamos de la camioneta. Por alguna razón no estacionamos frente a ninguna parte, solo en medio de los árboles. Indicó que lo siguiéramos, y fue ahí cuando vi a una cuestionable larga distancia la infraestructura en medio de la nada. La mañana estaba soleada, hacía calor. Odiaba el calor. Pero ese pensamiento no lo parecía compartir ninguno de mis compañeros. De reojo pude notar las ligeras expresiones sonrientes, emocionadas y exaltadas que poseían en sus rostros, e incluso las ligeras risas de algunos mientras caminábamos hacia lo que parecía ser una abandonada piscina pública.

Abandonada, casi desecha o sin terminar. Porque lo primero que capté cuando entramos fue el techo medio cubierto, en la mayor parte solo tenía la intersección de los tubos que lo sostenían todo. Objetos y cajas amontonadas, tiradas sin ningún tipo de orden. La alberca vacía, y no había que ser un genio para saber a primera vista lo polvoriento que estaba el lugar.

Vieja y abandonada, dejémoslo ahí.

Algunos movieron las cajas o buscaron un lugar adecuado para sentarse y, según el Profesor, tener la clase instructiva dentro de la alberca, donde al parecer el hombre ya tenía todo preparado.

Me senté sobre la madera vieja pero resistente, que tenía algo de altillo, cerca de donde ahora se preparaba de pie el Profesor para comenzar. Gire por encima de mi hombro cuando alguien se sienta en el otro extremo de la madera. Era una de las pocas chicas que él había traído, incluyéndome. Movió sus ojos a los míos por un par de segundos, antes de volverlos hacia nuestro reclutador. Hice lo mismo.

𝐌𝐨𝐧𝐞𝐲 𝐇𝐞𝐢𝐬𝐭: 𝐊𝐨𝐫𝐞𝐚 | 𝐁𝐞𝐫𝐥í𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora