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No sabía en dónde carajos se había metido Denver. El primer lugar en buscarlo fueron los baños, pero no estaba ahí.

Ni él, ni el cuerpo de la mujer.

Y había rastros de que habían estado limpiando y removiendo la sangre del suelo. Salí corriendo de ahí y lo busqué en el primer piso. No podía ser muy obvia y que los rehenes se dieran cuenta para crear otra clase de alarma. Busqué por las oficinas, el museo y nada. Fui a las escaleras de servicio para ver los almacenes. Pase la tarjeta de acceso a las puertas una y otra, y otra vez, pero no lograba encontrarlo. Seguí bajando por las escaleras, y cuando iba a pasar la tarjeta por la siguiente, me detuve.

El ruido de la excavadora encendida y perforando el suelo se escuchó lejano.

Era la puerta de camino a la bóveda.

Dónde estaba Moscú.

Él... no. Debía saber si Moscú para este punto estaba enterado de algo.

Si sabía que su hijo había asesinado a una rehén.

Trague saliva por mi garganta seca. Puse la tarjeta, y cuando el sonido de acceso se activó, empujé la puerta.

Personalmente no me consideraba alguien que se dejara llevar por las emociones y el sentimentalismo. Pero tengo que admitir que sentí una presión extraña en el estómago cuando lo vi.

El suelo de la bóveda apenas estaba en su etapa inicial, por supuesto faltarían varios metros para encontrar tierra. Pero Moscú era el mejor en lo que hacía.

Sí, el ruido de él perforando el piso con la excavadora era insoportable para los oídos. Pero dejé eso a un lado para observar al hombre. No se había dado cuenta que estaba ahí debido al ruido, tenía protegido los tímpanos con las orejeras de seguridad. Me tomé un momento de pie a unos centímetros de él, solo mirándolo.

Estaba absorto en lo que hacía, pero tenía una expresión tranquila, amena. Señal de que no sabía aún nada.

Y aunque debía saberlo, porque en algún momento se iba a enterar. No me sentía capaz de decirle lo que había pasado. Al menos no moralmente.

Lo que sea que estuviera haciendo Denver, que lo hiciera rápido y apareciera pronto, para dar por terminado esto de una vez por todas.

—¡Moscú! – grité a través del ruido del taladro. —¡Moscú!

Se removió ligeramente con el instrumento y levantó la mirada, con confusión. Cuando me vio, le hice una señal en dirección a mis oídos para que parara con eso. Luego, apagó la herramienta.

—¡Cairo! ¿Qué haces por aquí? – preguntó entre jadeos exhaustos, pasando una mano por su frente.

A pasos lentos, me paseé alrededor del agujero. En lo que él hacía a un lado la herramienta y cansadamente, se ponía de pie.

𝐌𝐨𝐧𝐞𝐲 𝐇𝐞𝐢𝐬𝐭: 𝐊𝐨𝐫𝐞𝐚 | 𝐁𝐞𝐫𝐥í𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora