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—¿No deberíamos haberlo sacado? – le pregunté por lo bajo a Berlín, mientras guiábamos a los médicos que pasaban por el salón principal e iban a la sala de exhibición, con todos los rehenes a nuestro alrededor.
—Yo propuse capturarlo y encerrarlo. – respondió. Al tanto que nos detenemos junto a Nairobi en la entrada del museo. Viéndolos pasar por el pasillo, siendo llevados por los demás.
Pues no habría sido mala idea.
—¿En serio dejaremos entrar a un oficial? – cuestionó también la mujer con impresión, subiéndose la máscara y volteando a ver al norcoreano. —¿Y el Profesor?
Berlín se descubrió el rostro, y me miró unos segundos, tomó un momento de suspenso antes de hablar, volviendo sus ojos al frente.
—Que empiece la masacre. – dictó de pronto, mostrándose serio de repente.
Nairobi y yo giramos hacia él.
—¿Qué? – soltamos al unísono. Ella sorprendida, yo algo escéptica.
Siguió en su postura, parecía que de verdad hablaba en serio. Hasta que miró en las dos direcciones hacia ambas, con una expresión más tranquila y socarrona.
—¿No les gustó mi chiste? – siseó más relajado.
Exhale, volviendo mi vista al pasillo.
—Eres bueno actuando. – se tranquilizó Nairobi. Suspirando aliviada. —¿No quieres cambiar de carrera?
—Aunque todos fueran oficiales entrenados, nosotros somos mayoría. Quiero amedrentarlos y averiguar por qué decidieron infiltrarse. – avisó, volviendo a acomodarse la máscara. Avanzó hacia el museo unos pasos, hasta que se detuvo y volvió a mirar hacia atrás. —¿Vienes?
Le di una última mirada a Nairobi, antes de asentir sin más y ir con él. Él reanudó su paso hasta que me tuvo al lado y seguimos rumbo por el museo.
—Te quedaste callada de repente. – habló mientras nos acercábamos a la sala de exhibición. Aunque hablaba bajo, aún su voz retumbaba por el eco que producía el lugar.
Me quedé un momento en silencio tras escucharlo. Me encogí de hombros, y lo miré.
—Tengo sentimientos encontrados con tu cínico sentido del humor.
—¿Qué? ¿No te gusta? – se oía carismático y podía jurar que tenía una expresión juguetona en el rostro, incluso con la máscara puesta.
—No me quejo.
Se rió ligeramente. —Admítelo, te encanta. – debatió con arrogancia.
Iba a responderle, pero no tuve tiempo. Ya habíamos cruzado el pasillo, y vimos a los médicos ya con el paciente. Habían sacado ya todo su instrumental y habían preparado al director encima de la mesa. Me recargue de brazos cruzados en el marco de la puerta, logrando ver también a Tokio y Denver quienes estaban vigilándolos en otra parte del salón. Berlín hizo lo mismo del otro extremo del marco, viendo en silencio a los médicos, quienes, al parecer, no habían notado nuestra presencia.
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𝐌𝐨𝐧𝐞𝐲 𝐇𝐞𝐢𝐬𝐭: 𝐊𝐨𝐫𝐞𝐚 | 𝐁𝐞𝐫𝐥í𝐧
FanfictionAún recuerdo cuando se dio el anuncio por las noticias. "𝘓𝘢𝘴 𝘥𝘰𝘴 𝘊𝘰𝘳𝘦𝘢𝘴 𝘢𝘤𝘰𝘳𝘥𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘳𝘳𝘰𝘭𝘭𝘰 𝘦𝘤𝘰𝘯ó𝘮𝘪𝘤𝘰 𝘢𝘮𝘱𝘭𝘪𝘰 𝘦 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘨𝘳𝘢𝘭, 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘭𝘦𝘤𝘦𝘳á𝘯 𝘺 𝘤𝘳𝘦𝘢𝘳á𝘯 𝘶...