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Ran lo cambió de psicóloga.

Fue una decisión que tomó sin consultarle, sin decírselo hasta el último momento, cuando tomó un desvío por la carretera y evitó mirarle, alegando que no estaba viendo cambios en sí mismo y que la otra mujer le caía mal. Rindou se había quejado por lo bajo, pero, en el fondo, la idea no le disgustó.

Así que ahí se encontraba, frente a una chica más joven y alegre, algo nervioso por tener que contarle todo a alguien de cero. Con los minutos, logró sentirse cómodo, viendo ese esquema que ella había hecho en sus notas, en el que había anotado los nombres de su hermano y su pareja para aclararse sobre quién era quién.

—¿Y cómo es tu novio?

La forma en que pronunció esa palabra fue amable. Aún no había sido interrogado por su sexualidad, parecía que ella quería ir punto por punto en su primera sesión, después de tomarle brevemente los datos. El pellizco de ansiedad que había sentido al inicio, cuando había entrado preocupado sobre si sería reconocido o no había sido sustituido por mero nerviosismo.

Porque, explicar cómo era Sanzu era difícil. Sentirlo era mucho mejor.

—Haruchiyo es... —titubeó, frunciendo el ceño, concentrado —. Muy bueno conmigo. Lo fue desde que nos conocimos, muy amable y..., bueno, es alguien con quien puedo pasar el rato, y reír y llorar sin que me juzgue.

Sonrió por dentro, recordando su primer encuentro, cuando había perdido todo lo que pudo decir y se había quedado mirándole. Luego, todas esas veces en las que le había tomado delicadamente de la mano. Inconscientemente había memorizado las líneas de sus palmas, cada muesca y rasgo de la piel de sus manos, el dorso, el trazo verdoso de las venas.

No había nada más que adorara tanto cómo entrelazar sus dedos y hablar. Sólo hablar de cualquier cosa, en voz baja o en un tono normal, acariciándole con el pulgar.

—Compartimos muchas aficiones —prosiguió, ante la atenta mirada de la psicóloga, que de vez en cuando anotaba sin interrumpir —, como cocinar o los videojuegos, así que siempre hay algo que podemos hacer juntos. Y... no sé cómo expresar esto, pero últimamente nos hemos abierto bastante y es genial que respete, umh...

Hasta entonces las palabras habían salido solas, sin mucha dificultad. Se dio cuenta de que, cuando hablaba de Sanzu, sonreía y se emocionaba al hablar. Hacía gestos, apartaba la mirada a un lado para recordar mejor, para buscar qué quería decir.

—¿Tus límites? —completó ella, interesada en lo que estaba contando.

Ran había tomado una buena decisión, a pesar de ser muy tozudo al no reconocer que las cosas no cambiaban de un día para otro. Era curioso, porque su hermano era quien le había repetido que, poco a poco, todo volvería a la normalidad, que no iba a recuperarse con sólo una charla. Pero, Ran no se aplicaba lo mismo. Se sobreexigía en ese aspecto, tal vez porque, en el fondo, se odiaba y esperaba cambiar lo más rápido posible.

Ran se reprimía y Rindou lloraba con facilidad. Había sido así desde que tenía memoria. Podía contar las veces que lo había visto llorar con los dedos de una mano, exceptuando, claro, los golpes con los que las lágrimas saltaban automáticamente. Pero, incluso con eso último, Ran se había esforzado en no romperse por completo, nunca, frente a nadie.

—Sí, algo así —se subió las gafas, nervioso. Tenía mariposas en el estómago —. Él no hace preguntas que sabe que yo no estaría preparado para contestar. Me conoció cuando estaba en una muy mala época. Seguramente sea consciente de que las cosas estuvieron mucho peor que ahora, y, sin embargo, se limita a aceptarlo y preguntarme si hay algo que pueda hacer para ayudar con mi ansiedad. No es entrometido y no me presiona, y yo tampoco lo obligo a contarme todo... estamos cómodos así.

Éphémère || RinZuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora