1.8.▪︎

63 7 0
                                    

- Disculpe Doctor Sterns, siento molestarle. Soy Elisabeth Ross -dije tomando el nombre de mi hermano melliza, puesto que tal vez pudiera reconocer el nombre y quisiera aceptar hablar conmigo.

- Oh... La Doctora Ross -funcionó mi truco.

- Vengo con alguien que quiere conocerle.

- Muy bien -acepto algo confundido.

Mientras Bruce se acercaba lentamente por detrás de mí, para acabar situándose a mi derecha.

- El Señor Azul, ¿verdad? -al escuchar cómo le llamo se quedó impactado.

- ¿Señor Verde?

Mientras nos llevaba dentro de la universidad, acabé revelando que en realidad yo era Eileen Ross, la melliza de la Doctora Elisabeth Ross.

- Tengo que confesarte que llegue a cuestionarme si eras real. Y si lo eras, que aspecto tendrías. Una persona con ese poder latente, nada podría haberme sorprendido más que estrechar la mano de este hombre modesto -en ese momento Bruce me miró, estaba algo cansado del parloteo del Doctor Sterns-. En fin, no hemos venido aquí a pasar el rato, incluso si todo va perfectamente, si inducimos un episodio, si conseguimos la dosis exacta será un remedio duradero o tan solo un antídoto que suprima ese brote específico y... no lo sé.

Genial, este hombre estaba colmando mi paciencia y solo para algo que no era seguro, ni siquiera sabía un porcentaje, era totalmente aleatorio el resultado y eso me aterraba, como podría afectarle a Bruce.

- Lo que pretendo decir -siguió el Doctor-, es que, si nos excedemos en la cantidad adecuada aunque sea mínimamente nos enfrentaremos a concentraciones con unos niveles extraordinarios de toxicidad y...

- Eso podría matarle -le corté.

- ¿Matarle? Sí, quizá, sí yo diría que si -acepto el doctor.

- También existe la otra cara de la moneda -interviene Bruce-. Si la dosis es escasa y me induces y nos quedamos cortos... Será muy peligroso para vosotros.

- Más bien para él -le digo tratando de recordarle que las dos veces que le he visto transformado nunca me ha hecho daño.

- Mirad, yo siempre he sido más curioso que cauteloso -admite el doctor- y me ha ido bastante bien, ¿qué? ¿Lo vamos ha hacer?

- Danos un minuto -le pido para arrastrar a Bruce un poco más lejos y que no nos escuchara- Sabes que puede que las cosas no salgan bien.

- Sí, no me hace mucha gracia la posibilidad de transformarme en eso y que corras peligro.

- Yo más bien hablaba del otro extremo. Ya te perdí una vez Bruce, no podría perderte de nuevo y que fuera algo definitivo.

- Yo..., esa posibilidad no me desagrada demasiado, tal vez fuera preferible que...

- No seas inbencil, ¿no me querrás dejar viuda antes de casarnos?

- ¿De verdad todavía estás dispuesta a casarte conmigo?

- Sí, a pesar de todo, tu lo estabas cuando mi padre quería matarte y ahora solo quiere atraparte vivo, así que...

- Vale, puede que sabiendo que sigues queriendo casarte me de más miedo la otra opción. Pero, ¿y si todo sale bien y eso nos permite una vida normal para los dos?

- Bien, eso tal vez me haga, no odiarte si aceptas.

- Lo siento, pero voy a aceptar -me dijo para darme un beso en la frente y yo sonrojarme como si no hubiéramos llegado más lejos.

² CONTROLANDO LA IRA → Bruce Banner Donde viven las historias. Descúbrelo ahora