39. Amor tóxico.

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Quackity sentía frío, no estaba helado aquella noche, era porque tenía miedo, estaba aterrado. No se podía permitir volver a provocar el suicidio de alguien, algo en el fondo de su cabeza lo estaba perturbando, verse frente a un parque infantil a la noche con sus manos detrás de su espalda y un suéter grande de luzu cubriendo parte de sus piernas.

Suspiraba tratando de recapitular todo lo que había estado pasando, seguía sintiéndose incompleto, seguía vacío, seguía extrañando la menta, eso lo frustraba -¡Quacks!- escuchó a la distancia con ese tono roto.

-Rubius- se acercó a él dando un pequeño saltito abrazando su cuerpo, fue correspondido de forma desesperante -¿Qué pasa?

Preguntaba limpiando las lágrimas de dolor que tenía rubius en su rostro, podía oler la sangre de las manos gotear, le gustaba verlo así, desesperado -Te extrañaba demasiado.

Dudó por unos segundos antes de que rubius le besara los labios con escaso aire en sus pulmones -Ya estoy aquí- susurró jadeando.

-Necesito que vuelvas conmigo, ¿sí?- quackity no quería, no lo quería, quería que luzu siguiera acariciando su cabello oscuro.

-Rubius, no lo haré, yo no quiero- dijo, pero sus pupilas disminuyeron una vez sentir la mano de rubius presionar su cuello limitando su respiración.

-Quackity, yo no...quiero hacer esto, pero lo hago, ¿no puedes hacer lo mismo?- quackity no podía producir más que pequeños gemidos entrecortados, sentía frío a través de su garganta que se convertía en una llama de fuego hasta sus pulmones penetrando sus órganos.

-Te amo, de verdad lo hago, sí no te amará yo te hubiera matado hace mucho- susurró, quackity cayó desmayado entre sus brazos con el rostro morado.

-Te amo- decía aunque el omega ni siquiera respondía sus manos ensangrentadas se deslizaban por el rostro del chico inconsciente haciendo un camino en su piel.

Quackity nunca pudo saber cómo, pero su cuerpo se sentía caliente, estaba allí, acostado en una habitación desolada, con las ventanas cerradas pero que aún se podía oir el aire entrar por los huecos de los vidrios rotos. Su cuello dolía como el infierno, sus muñecas tenían marcas y su pecho apenas podía moverse.

Sus ojos parpadearon un rato y finalmente recobró la conciencia cuando notaba el foco desgastado y viejo de la habitación pestañar, la saliva se le caía de sus labios, levanto la espalda con cuidado quejándose del dolor de sus huesos -¿Qué...?

No entendía donde estaba, cuanto tiempo pasó o porqué se sentía horrible cuando fue solo un cerrar de ojos y abrirlos al segundo, tenía la cabeza adolorida como si tuviera una herida detrás de la nuca, podía sentirlo.

-Rubius...¡rubius!- gritaba desesperadamente arrastrando sus débiles rodillas hasta una puerta bastante inestable, pero que parecía la única salida -Quacks.

De allí apareció rubius quien se había vendado cada uno de sus dedos afectados, menos 2 de cada mano -Rubius, perdón, perdón- suplicaba acercando sus manos a sus rodillas pero el alfa cerró la puerta inclinándose ante él.

-Me hiciste llorar mucho- susurraba el rubio jugando con el cabello negro de aquel, quien temblaba despavorido.

-Perdón, lo siento mucho- rezaba internamente, por cada caricia que caía entre su rostro tibio -Necesitas pagar.

-Por favor...- rubius sujetó sus muslos haciendo que su espalda deslizara hasta caer en el suelo, quackity estaba sollozando mientras sentía frío en sus piernas, las pantis fueron rotas, dejando su piel expuesta hasta la ropa interior.

-¿por favor? Te pusiste ese suéter porque no querías que viera esa mordida, ¿verdad?- cubrió su rostro rojo, rubius desabrochó sus pantalones hasta rozar su entrepierna entre los muslos regordetes del menor.

-Dime ahora que no te acostaste con luzu alguna vez- escuchaba los gemidos de rubius salir mientras empujaba sus caderas masturbándose con su piel, se sentía asqueroso, sucio.

-Ya por favor- jadeaba cuando lo sentía embestir aún más rápido -Dime cual pene te satisface más.

-El de luzu, el mío o el de tu novio muerto?- preguntó erizando la piel tensa de quackity, quiso protestar, quiso hablar antes de sentir el miembro del alfa entrar violentamente dentro de él, dando un grito desgarrador.

-Fue bastante fácil descubrir que tenías redes sociales donde mencionas a un tal Wilbur, y luego con imágenes de palomas blancas o Dios como si sirviera de una puta mierda, no puedo creer que eres tan cínico- quackity lloraba, rasgando el suelo con sus uñas casi haciendo sangrar las palmas.

-¡Detente, me duele, me está doliendo!- repetía, sin importar cuanto rasgara su garganta, nadie lo oía, nadie estaba allí, estaba deseando desaparecer, estaba insultandose a sí mismo una y otra vez.

No podía dejar de recordar a Wilbur por cada embestida brutal, no dejaba de escucharlo reír o verlo sonreír, escuchar su voz mañanera o el recordar que fue el primer chico que lo trato como una persona.

-Por favor, por favor- nadie lo quería ahora, nadie quería un chico destruido, con su piel sangrando, le había fallado a luzu, le había fallado a todos, podía seguir viendo aquellas miradas destruidas, seguía recordando a tommy hablar con lágrimas pegadas a su pecho con la carta de suicidio de su único amado.

-Eres una mierda- dijo rubius antes de acabar dentro de él, expandiendo el interior desgarrando el paso por meter su nudo dentro -Pero te amo por eso, quackity.

-Solo yo te amará sabiendo que eres una zorra- jadeó dentro del oído del omega quien seguía llorando cubriendo su boca, trataba de contener los gritos de dolor y acostumbrarse al mismo, sus pupilas estaban dilatadas y apenas podía hablar al casi destrozar sus cuerdas vocales.

-¿Me amas, quackity?- no podía escuchar su voz sin sentir un escalofrío penetrante -Te amo- respondió dejando caer su pecho que luchaba por respirar normalmente.

Seguía doliendo, rubius seguía entrando y saliendo una y otra vez gruñendo sobre su cuello, quackity se sentía tan adormecido, que lloraba por el dolor como a la vez ni siquiera le interesaba sentirlo, porque si no se aferraba a rubius iba a asquear a luzu, y el castaño no merecía esa basura.

Sus caderas ardían, dolían, cerró los ojos esperando que el dolor punzante dejara de retumbar entre sus piernas, aquellas pantis le pertenecían a alexby, se disculpaba internamente por haber sido una zorra con ellas puestas.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora