27. Año nuevo

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HELA

Navidad. La festividad favorita de Laila. Recuerdo la forma en que solía iluminar la casa con su sonrisa y cómo cada rincón estaba decorado con un toque especial suyo. Ahora, la casa se siente vacía, como un cascarón que ha perdido su esencia. La festividad ya no es lo mismo sin ella, y mientras intento disfrutar junto a mis padres, una parte de mí se siente como una sombra en la celebración, imaginando que nada ha cambiado. Cuando en realidad, ya nada es igual. Todo está teñido de una ausencia que no puedo ignorar, por más que lo intente.

Año nuevo. Quisiera que con este año termine todo esto que acarreo conmigo, como si al cambiar de calendario pudiera dejar atrás las decisiones y la culpa que me atormentan. A las 00:00 en punto, alzo mi copa con una sonrisa falsa en los labios. Siento el peso del brazo de Vladimir Nóvikov rodeándome por detrás mientras levanta su copa, su agarre firme como si intentara sostenerme a mí tanto como a sí mismo.

-Por un nuevo año lleno de amor, familia y trabajo en abundancia -dice Vlad con su voz grave, levantando su copa en dirección a mis padres, que sonríen y se besan ligeramente los labios.

La decoración brilla a nuestro alrededor; el árbol de Navidad sigue encendido, las luces parpadean suavemente en la penumbra de la sala. Pero esa calidez no llega a mi corazón. Me siento como una intrusa en esta escena de felicidad. Más tarde, mis padres y mi supuesto novio siguen hablando y bebiendo, mientras mi mirada se pierde en la oscuridad de la noche más allá de la ventana. Pienso en Laila, en cómo hubiera reído con nosotros. En lo orgullosa que hubiera estado de esta noche.

-Cariño, ¿qué te parece? -pregunta mi padre, y siento la mirada de Vladimir junto a mí, sus ojos oscuros como buscando una respuesta que no le daré.

-Lo siento, no escuché de qué hablaban -los veo y me pongo de pie, intentando esquivar las emociones que me invaden-. No me siento bien, iré al baño.

Subo las escaleras rápidamente, cada paso retumbando en mis oídos como un recordatorio de mi huida. Entro al baño de mi habitación y cierro la puerta tras de mí, apoyándome contra esta. Me acerco al lavamanos y me quedo observando mi reflejo en el espejo. La expresión vacía en mis ojos me asusta. Siento que le estoy fallando a Laila, a los Meyer, a todos los que alguna vez confiaron en mí. La última vez que los vi fue hace dos semanas.

Nicklaus me veía en silencio mientras me despedía de su familia, y por último lo abracé sintiendo que esa podría ser la última vez que vería a alguien tan cercano. No puedo evitar pensar que estoy traicionando su confianza al estar aquí, junto a Vladimir, fingiendo un amor que no siento, usando una máscara que me asfixia.

Todo el tiempo que paso con Vladimir Nóvikov está rindiendo sus frutos, pero a un costo que no estoy segura de poder seguir pagando. La semana pasada, mientras estábamos acostados, tuvimos una conversación donde él se abrió, me habló sobre las sombras de su pasado, sobre las pérdidas que lo persiguen. Sentí una conexión, pero no la que él cree. Cada palabra suya me acercaba un poco más a la verdad, aunque la mayoría de lo que dijo solo fueran recuerdos de su vida privada, de los demonios que carga. Y aunque muy pocas de esas confesiones me sirven para mi misión, he visto algo en él: un reflejo de mi propia soledad.

Por otro lado, mis padres confían en mí del todo, y eso hace que mi engaño se sienta como un nudo en el estómago. Me permiten asistir a algunas reuniones, sin saber que cada sonrisa que les devuelvo es una mentira cuidadosamente construida.

—¿Hela, estás bien? —escucho la voz de Vladimir al otro lado de la puerta, sacándome de mis pensamientos.

—Lo estoy —respondo con un tono que espero suene convincente. Salgo del baño, intentando recomponerme, y me quedo frente a él en mi habitación.

—Siento que estás rara —dice, dejando la copa que lleva en la mano sobre la cómoda. Se tambalea ligeramente, y su expresión de preocupación me atraviesa.

—Vlad, estás ebrio —hablo, notando cómo sus ojos se nublan.

—Sí, por favor vamos a casa —me responde con voz quebrada, dejando entrever por un instante toda la vulnerabilidad que oculta tras su fachada.

Me acerco a él y lo abrazo por la cintura, sintiendo su peso y la forma en que se apoya en mí. Él me rodea los hombros mientras bajamos las escaleras, intentando mantener el equilibrio juntos. En ese momento, me pregunto si alguna vez dejaré de sentirme tan sola, incluso cuando alguien me sostiene de esta manera.

—Mamá, papá, que terminen bien la noche —me despido con una sonrisa forzada antes de guiar a Vladimir hacia el Porsche 718 Spyder que nos espera.

Conduzco en silencio, las luces del pueblo pasando rápidamente mientras mi mente sigue atormentada por la culpa y la duda. Estaciono en el garaje de la casa y lo ayudo a bajar, sosteniéndolo mientras lo llevo a la cama.

Le quito los zapatos una vez acostado, y él, con movimientos torpes, se deshace del pantalón y la camiseta, quedándose solo con el bóxer. Bajo a la cocina y le sirvo un vaso de agua, sintiendo la frialdad de la madrugada calando en mis huesos. Cuando vuelvo a la habitación, él toma el vaso con avidez.

—¿Para qué tomas tanto? —le pregunto, aunque sé que mi pregunta es un reflejo de mis propios pensamientos.

—No quería pensar —me responde, su voz un susurro casi perdido.

—A veces, yo tampoco quiero hacerlo —le confieso, sintiéndome más expuesta de lo que quisiera mientras me acuesto a su lado.

—Estoy cansado —dice, cubriendo su rostro con antebrazo, como si quisiera esconderse del mundo y de mí.

—Lo sé — le hablo con suavidad, y aunque sé que no tengo derecho, me acerco a él, buscando un poco de calor humano en medio de mi propia desolación.

—¿Sabes? En tan poco tiempo te has convertido en la única persona que está ahí para mí si la necesito. En serio, te agradezco que estés aquí —su voz tiembla un poco, y siento que hay algo más que no se atreve a decirme.

—No tienes nada que agradecer, Vlad —le susurro, pero sé que solo hay mentiras en mis palabras. Estoy aquí por algo que él no sabe, por un propósito que me aleja cada día más de lo que alguna vez fui. Aún así, me acerco más a su cuerpo, rodeando su cintura con mis brazos, sintiendo el peso de su respiración y el latido de su corazón.

Y mientras lo abrazo, me pregunto cuánto tiempo más podré mantener esta farsa antes de que todo se venga abajo.

Cap corto :p para no perder la costumbre.
Selinwinter
2022

Dominio (Killers #0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora