44. Sacrificio

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HELA

La verdadera persecución comienza cuando los hombres de Gavrel empiezan a seguirme, mientras Axel me sigue a unos metros de distancia. El motor del auto ruge, pero mi corazón late aún más rápido, sintiendo cada palpitar como un recordatorio de lo que está en juego. La llamada de Axel aparece en la pantalla del auto unas tres veces antes de que finalmente atienda.

—Son ellos, Axel.

—Sí, solo debemos regresar a la casa y no podrán hacer nada.

—Te estoy poniendo en peligro, Axel.

—No me importa.

—Ellos me quieren a mí, déjame ir.

—Hela, no haré eso. No puedo dejarte hacerlo.

—No hay tiempo...

—Escucha, sea lo que sea que pase, lo superarás. Por Davina lo superarás. Ella te necesita, yo te necesito.

La imagen de mi hija llena mi mente, su sonrisa, su risa; eso es lo que me empuja a seguir adelante, a luchar, a no rendirme. Pero el miedo se agolpa en mi pecho.

—No hay tiempo.

—Me niego a dejarte ir sin dar pelea.

—Él me quiere a mí. Por favor, déjame ir y cuida de Davina...

—¡No! ¿Cuándo ella tenga que hablar de temas que solo se hablan con su madre? ¿Qué haré? Ella te necesitará y tú no estarás...

—Pero tú sí estarás...

—Hela, por favor, te lo estoy pidiendo, por favor...

Una ráfaga de disparos impacta en la parte trasera de mi auto. Siento cómo el miedo se apodera de mí, mientras las motos y camionetas de Gavrel le cierran el camino a Axel. El sudor frío recorre mi espalda.

—Todo estará bien, lo prometo —habla Axel, su voz firme, pero temblorosa de preocupación—. Baja la velocidad...

—¿Por qué? —cuestiona, y el pánico en su voz me rompe el corazón.

—Axel, te amo —susurro, y lo siguiente que hago es lanzarme del auto, justo cuando choca con la camioneta de enfrente. La explosión resuena a mi alrededor, y un destello de luz blanca me envuelve.

El golpe que me doy en la cabeza es suficiente para hacer que me desmaye.

12 horas después

Mis ojos luchan por enfocar algo conocido a mi alrededor, pero solo hay oscuridad. La venda en mis ojos me impide ver, y mis manos y pies atados me hacen sentir impotente.

—Despertaste.

Una voz familiar me habla al quitarme la venda de los ojos: Gavrel. Sus ojos verdes están llenos de algo que no puedo identificar, pero no me gusta.

—Papá, ¿cómo están mis tías y madre? —lo desafío, tratando de mantener la compostura a pesar del miedo que se agita en mi interior.

Sus ojos reflejan un cansancio profundo, y su cabello está más canoso.

La bofetada que me da me voltea el rostro y mi piel arde. 

—Están bien.

—¿La bofetada por qué fue?

—Por tu insolencia.

—Ya pasamos esa etapa, viejito.

—No me provoques, Hela.

—¿Me vas a matar?

—Lo hice con tu hermana. ¿Quién dice que contigo será diferente? —suelta y pierdo el poco control que me queda.

Dominio (Killers #0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora