38. Davina Lila Meyer Volkova

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-38-
HELA
(3 de noviembre de 2003)

Despierto por la madrugada con fuertes contracciones y me congelo al verla de pie en la habitación, en medio de la oscuridad con una jeringa en la mano. El miedo hace que mi mente se descontrole, pero intento mantenerme firme.

—Chiara.

—¿También pones a mis hermanos en mi contra y me los robas? Pues entonces yo te quitaré algo que quieres. Sujetenla —ordena, y siento que me toman por detrás mientras se acerca.

El pánico se apodera de mí cuando la aguja atraviesa mi vientre. Siento el frío del líquido esparcirse en mi cuerpo. Mi mente se llena de pensamientos caóticos sobre el bebé que llevo dentro. Todo lo que quería, la esperanza que me había mantenido de pie, podría desaparecer en ese momento. Y luego, un golpe en la cabeza me deja inconsciente.

Despierto una hora más tarde con los ruidos que vienen de abajo. Disparos. Por un segundo, la confusión y el miedo nublan mi mente, pero la preocupación por mi bebé me impulsa a levantarme de la cama. Un dolor punzante me atraviesa, pero la preocupación por la vida que llevo dentro me hace ignorar el dolor que recorre mi cuerpo.

—Hela, Axel vino por... —Enzo entra en la habitación y se detiene al verme. Su rostro, que suele ser sereno, se transforma en uno de angustia.

—Enzo, por favor dime que mi bebé está bien —sujeto mi vientre entre el llanto y el pánico de perder lo único bueno que me ha pasado en todo este tiempo. Sus palabras vacilan por un momento, como si estuviera buscando la forma correcta de decirlo.

—Estarán bien, solo déjame —se acerca y me pone un chaleco antibalas con torpeza. Sus manos tiemblan, lo que me hace sentir el peso del miedo que él también lleva encima.

Alec aparece en la puerta con un chaleco y, al verme, se acerca tomándome en brazos para bajarme por las escaleras. Me aferro a él, cerrando los ojos un momento para sentir la seguridad de su presencia, deseando que esta pesadilla termine pronto.

Me siento mareada, la respiración me falla, sudo frío y el dolor no para. Me recuesta en el jet que minutos después emprende vuelo, y el sonido de los motores apenas logra apaciguar el caos en mi mente. Con la vista nublada, logro distinguir a Raina y a Brooke junto a mí. Sus rostros, aunque firmes, reflejan una preocupación que me asusta aún más.

—Hela.

—Ella me inyectó heroína... —logro susurrar y noto que se miran. Veo la tensión en sus rostros y comprendo que la situación es más grave de lo que quiero aceptar.

—Cariño, las contracciones aún siguen, solo no las sientes igual. Intenta pujar —me anima Raina mientras Brooke cambia los paños de agua para bajarme la fiebre.

Pienso en lo mucho que he deseado este momento, en los sueños que tenía para mi bebé, y la idea de perderla ahora hace que me falte el aire.

—Lo necesito.

—¿Qué necesitas?

—Axel... —susurro. Su nombre sale como un ruego, y las lágrimas que he contenido comienzan a fluir. Quiero que esté aquí, que me sostenga y me asegure que todo saldrá bien.

Escucho una especie de discusión a la distancia y luego aparece Axel a mi lado y toma mi mano, apretándola con fuerza. La calidez de su tacto me ancla a la realidad, y por un momento, siento que puedo con esto.

Con mis pocas fuerzas pujo una, dos y tres veces sin resultados.

—Solo un poco más —habla Raina con una voz que intenta sonar firme, pero percibo la preocupación en ella.

Dominio (Killers #0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora