Capítulo 7: Pesadilla

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Narrador

Aun con la disculpa Kogoro seguía enojado, por lo que mantuvo el brazo alzado con todo la intención de golpearlos, por suerte el Profesor intervino. Las jóvenes estaban más preocupadas que molestas así que Mouri fue el único que quedó inconforme.

Al entrar en el hotel se encontraron con las 5 personas que habían llegado a conocer ese mismo día, así enterándose de un caso; uno de ellos fue provocado por uno de los que estaban reunidos, atropellando a la hermana de la recepcionista. Eso trajo consigo una discusión entre ellos que hizo entender a Mitsuhiko y Genta las palabras que les decían sus amigos.

No querían terminar como ellos.

Sería horroroso volver a reunirse y sentir tanta tensión, en quienes una vez fueron tan buenos amigos.

Conan

—Quédate un momento por aquí, ¿si? —le pedí a Ai con ternura.

—¿Qué? No. —se negó de inmediato. —¡Quiero ir contigo! —me suplicó, pero me negué enseguida.

Estábamos en un local que había sido secuestrado, por suerte logramos que la policía entrará sin sospechas logrando que todos le apuntaran pero el criminal tomó a una rehén y debía ayudarles para que nadie saliera herido.

—Solo será un segundo, miraré cómo está la cosa y volveré. —le expliqué dejando un beso en su frente antes de irme, dejándola con una expresión preocupada.

Caminé despacio entre los pies de las personas, hasta encontrar una apertura para poder ver bien la situación escuchando al hombre demandar algunas exigencias. Me trepe en una mesa tratando de ser lo menos visible posible.

Pero en un descuido termine dando un brincó qué alarmó al criminal y... me disparó en el pecho.

Me quedé en blanco, los segundos frente a mi pasaron lentos. En mi vista pasó las miradas aterradas de varios policías y luego el techo, caí en seco al suelo sintiendo todo mi cuerpo doliendo por todas partes y muchos disparos al criminal.

—¡Conan! —escuché el grito desgarrador de Ai, corriendo hasta a mí, arrodillándose. —Conan, ¡calma, estarás bien! —me dijo tambaleante tratando de obstruir la hemorragia, pero era un caso perdido.

—Ai, lo siento... —le dije con dulzura tratando de sonreír. Levanté mi brazo aunque me dolía tanto que era comparable al dolor de la transformación.

—¡Tú calla! —se quejó con los ojos aguados, a nada de llorar. —No malgaste fuerza, seguro llegará un paramédico. —exclamó gruesas lágrimas deslizándose por sus mejillas. 

—Perdóname, cariño. —murmuré limpiando sus lágrimas quedándome a acariciar su mejilla. Aún cuando me dolía un infierno no me detuve. —No puedo seguir a tu lado.

—¡Cállate, cállate, cállate! —gritó histérica sin dejar de llorar. —¡No puedes hacerme esto! —gimoteo.

Sus lindos ojos me miraban con tanto miedo que me dolía más que las heridas. —Eres lo único de lo que jamás me arrepentiré de haber vivido... —mi voz empezó a volverse tan suave, que se estaba perdiendo entre los gritos del lugar. —Te amo, mi princesa... —y con esas palabras perdí la fuerza.

—¿Conan? —me llamó asustada. —¡¿Conan?! —empezó a gritar mi nombre llamándome, pero era demasiado tarde.

Yo estaba muerto.

—¡No, no, no, no! —gritó alarmada, sus manos dejaron mi pecho para acariciar mi rostro, sus dedos temblaban y su llanto incrementó. —¡Me lo prometiste! ¡Dijiste que no me dejarías sola! ¡Idiota! —gritó alterada empezando a moverme tratando de levantarme.

Pero yo no podía, estaba muerto.

Un grito desgarrador salió de su garganta al ver que no abría los ojos y no tenía respiración, ni pulso; llevando sus manos a su rostro manchándose de mi sangre. Varios policías se le acercaron tratando de apartarla pero ella se movió bruscamente sacándole un arma de un policía.

Todos retrocedieron al verla apuntando a los policías.

—Baja el arma, Ai-chan. —le dijo manteniendo una sonrisa dulce el Inspector, impresionado por su comportamiento tan errático.

—No. —negó con una sonrisa irónica.

—¡Ai-chan! —la llamó Ran preocupada tratando de acercarse a ella pero esta fue detenida por unos policías.

—Los policías... nunca han hecho nada por mí. —afirmó con la nariz y mejillas rojas, lágrimas permanentes en sus mofletes y una mirada vacía. —No ayudaron a mis padres cuando más lo necesitaron. —exclamó recorriendo con la mirada a todos los policías. —Dejaron a mi hermana morir y solo la mostraron como una delincuente, sin saber qué le pasaba. —reprochó mostrando una expresión de fastidio, mirándolos como si fueran insectos. —Y ahora... lo dejan morir frente a ustedes. —sentenció dando una mirada cargada de odio que hizo temblar a todos.

Rápidamente cambió, una sonrisa burlesca aunque su ceño está fruncido.

Era una agonía verla, pues en ningún momento dejó de llorar y yo no podían hacer nada.

—Frente a ustedes está Shinichi Kudo, el Sherlock Holmes de la edad moderna, el futuro de la policía. —explicó tratando de mantener la sonrisa pero solo se veía amarga. Señaló mi cuerpo inerte, volviendo a hablar sin importarle las reacciones desconcertadas de los demás. —Vivió y se escondió todo este tiempo bajo sus narices con tal de protegerse de la Organización donde provenía. Aún siendo parte de ella, me acogió, me mostró la luz, me acompañó y me mostró que podía ser feliz, ¡dijo que me amaba! —siguió hablando, la sonrisa se había desmoronado por completo y ahora solo podía llorar destrozada. —La única persona que llegué a amar y me sacó de la oscuridad ahora ya no está, y yo... ¡no puedo vivir en un mundo sin él! 

De repente alzó la mirada, Agasa estaba también allí mirándola con pesar. —Lo siento profesor, pero él era mi futuro. 

Al bajar el arma, ellos se trataron de acercar pero retrocedieron de inmediato cuando tomó la pistola y se la apuntó a la cien. —Sin él, ya no hay razón para vivir... —murmuró con una sonrisa de disculpas antes de disparar.

Ella se había suicidado por mi.

¡Nooooooo!

Abrí los ojos asustado, mi respiración estaba acelerada y mi cuerpo temblaba por el terror, repare el lugar pero estaba en total oscuridad. Me senté sin poder dormir, estaba sudando lo cual me hacía sentir más frío del que había.

Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad noté que estaba en la habitación del hotel, enseguida recordé que había venido al poblado Kitanosawa con todos.

Y quise llorar, no podría hacerle algo así.

Debía vivir.

Pase, lo que pase.

Voy a vivir por ti, amor. —pensé viéndola dormida a unos pasos de mi.

Al verla retorcerse mostrando una sonrisa me acerqué con curiosidad, tuve que rodear a los niños pero no me importó hacerlo; sonreí al verla bien, feliz.

Me acerqué a ella y me senté a su lado, como si supiera que estaba a su lado se acercó tomando mi mano y abrazarla con fuerza aun dormida.

Estaremos bien, yo me aseguraré de eso. —pensé dejándole un suave beso en su cabeza, antes de ponerme a pensar en lo que estaba pasando con esos antiguos compañeros de clase.

15 minutos de silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora