Capítulo 6: Disgustos

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Narrador 

Los niños habían tomado sin permiso una moto de esquí y terminaron estrellándose en quien sabe donde.

—Oigan, ¿están vivos? —preguntó adolorido el moreno regordete.

—Más o menos... —respondió el listillo agotado.

—La nieve hizo de cojín. —habló Ayumi.

Se levantaron, por suerte ninguno quedó herido de gravedad.

—Que mal. —se quejó Kojima viendo la moto boca abajo enterrada en la nieve.

—No parece que podamos darle la vuelta solo con nuestras fuerzas. —opinó Tsubaraya.

—¿Qué hacemos? —preguntó preocupada Ayumi.

—No creo que la nieve vaya a parar. —comentó Mitsuhiko mirando al cielo, pues la nieve empezó a caer con más fuerza. —Y está muy lejos como para volver andando. —habló viendo el camino por el que llegaron. —Encima, no creo que vayan a pasar coches por aquí.

—¡Estaremos bien! —afirmó alegre Genta sacando su pin de uno de sus bolsillos. —Llevamos esto, ¿no? —exclamó orgulloso mostrando su pin.

Ai

—Maldita sea, estos chicos. —se quejó el pequeño detective.

Ambos íbamos en la tabla de snowboard.

—Hacen lo que les da la gana.

—Pero no es un alivio, ¿qué tengas tu skate mejorado para llevarlo en las carreteras nevadas? —le dije tratando de calmarlo, aunque sinceramente también quería quejarme, había interrumpido de nuevo nuestro momentos juntos.

—Si, supongo. —murmuró deprimido.

—Seguramente tendremos otros momentos. —exclamé abrazándolo con fuerza. —Además me hiciste una promesa.

Mi torpe novio se echó a reír divertido. —Claro y sabes que nunca rompo una promesa.

—Será mejor o si no, haré lo posible para matarte. —exclamé con fuerza tratando de mantenerme firme y mostrar seriedad, pero él sabía que bromeaba.

—Con esa amenaza, claro que lo cumpliré. —me contestó antes de reírse pasando una de sus manos por mi cintura para acercarme más a él, mientras con la otra alumbraba el camino con el reloj.

—Shinichi, te quiero a mi lado para siempre. —terminé por soltar, por un momento nos sacudimos en el skate.

—¿A qué se debe eso? —me preguntó, su tono me demostró preocupación.

—Bueno, de vez en cuando debo ser yo la que salga con cursilerías, ¿no? —le dije en un tono burlón.

Conan se echó a reír con fuerza antes de hablar. —Si eso crees, estoy dispuesto a escucharlo toda la vida.

—Oh, ¿qué es eso? —le pregunté divertida. —¿Una propuesta de matrimonio? 

—Tal vez... —murmuró entretenido.

De la nada me sujeto empujándome hacia adelante antes de girar en la nieve y detenerse delante de un iglú debajo de uno de los relojes-linternas de todos los Shonen Tantei.

Habíamos llegado con los niños.

—¡Tardaste mucho, Conan! —se quejó Kojima-kun como si no nos hubieran llamado a mitad de un buen momento.

—¡Y Ai-chan también vino! —afirmó alegre Ayumi-chan.

—Ya que estas carreteras nevadas son poco familiares, me sentía mal si dejaba ir solo a Edogawa. —le contesté manteniendo una sonrisa burlesca.

15 minutos de silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora