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Las hojas secas crujían bajo las pesadas botas del chico, quien era seguido a pocos metros por otra persona.

—¿Seguro que la viste por aquí?

Rubius bufó y asintió ante la ridícula pregunta de Alexby.

—Que sí, hombre. Hay una cabaña abandonada por aquí —dijo con total seguridad—. Y si encontramos al menos algo de oro en ella, ¿qué problema hay?

La crisis en Karmaland estaba cada vez peor, así que cualquier método para conseguir un poco de oro en los alrededores era cada vez más común y "correcto".

Sostuvo su navaja con fuerza y sonrió al mirar la cabaña a lo lejos. Decidió golpear el hombro de su acompañante suavemente.

—Te lo dije, idiota —murmuró con burla.

Alexby lo ignoró olímpicamente y se adelantó, pasando de largo a su compañero. Rubus aceleró el paso totalmente ofendido.

La estructura se veía vieja y desgastada, cubierta de telarañas y musgo. No parecía haber sido habitada hace mucho, pero la esperanza ya era algo que se predicaba a diario en el pueblo. Podían permitirse ser un poco optimistas.

Rubius caminó con cuidado por la madera que crujía bajo sus pies. Sostenía su arma, solo en caso de que alguien más se les hubiera adelantado y no fuera muy amigable. Alexby comenzó a revisar todos los cajones de la cocina, solo haciendo muecas de vez en cuando.

—Esto es asqueroso.

—Prefiero esto a morir de hambre, gilipollas.

De nuevo decidieron ignorarse mutuamente. Rubius iba a comenzar a revisar bajo los muebles buscando algo de suerte cuando un golpe en la habitación principal lo puso alerta. Podía ser un animal, y aquello también era bueno. Podía ganar algo de dinero vendiéndolo a algún comerciante.

Se acercó con sigilo, casi como si no quisiera ahuyentar a lo que fuera que estuviera ahí dentro. Empujó la puerta de la habitación con cuidado y se congeló con lo que en realidad había dentro de la cabaña.

Un chico casi completamente desmayado y sentado en el suelo. Tenía una camisa blanca magullada con marcas de sangre. Su propia sangre. El pobre apenas si podía mantener la consciencia.

—¿Alexby? —llamó Rubius a su compañero.

Alexby tuvo casi la misma reacción al ver al chico. Se miraron mutuamente y silenciosamente llegaron a un acuerdo. Salvar la vida de ese chico les podría traer beneficios, y era lo que más necesitaban ahora.

***

—Alcalde, requerimos su ayuda.

Luzu levantó su mirada, simplemente observando a sus secuaces como si nada fuera la gran cosa.

—¿Sí?

—Los pobladores cada día están más molestos. Las remodelaciones al pueblo les parecen absurdas.

El alcalde caminó hasta la ventana, observando un poco del pueblo que había obtenido con sangre, sudor y sí, un poco de corrupción.

—¿Quienes se están quejando?

El secuaz guardó silencio, no muy seguro de que era lo que estaba preguntando.

—Pues, todos...

Luzu soltó una risa agria.

—¿Todos vinieron hasta aquí a poner una queja? ¿O es alguien que hablaba por todos?

El contrario se aclaró la garganta. Por supuesto sabía la respuesta a esa pregunta, y temía la reacción del alcalde. Era un hombre peligroso y tiránico. Su gobierno era para los habitantes de Karmaland, el infierno en la tierra.

A Sus Pies {Luckity}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora