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La mañana llegó y con ello una tranquilidad que Quackity llevaba tiempo sin conocer. Se encontraba tan relajado, que se preguntaba si podía quedarse así para siempre.

Escuchó dos golpes en su puerta, haciéndolo quejarse en voz baja aún con los ojos cerrados, sin querer ponerse de pie. Estaba a punto de fingir estar dormido sin más, pero casi de inmediato, una voz hizo presencia.

—¿Quackity? ¿Estás despierto? Traigo el desayuno.

Ahora sí, sus ojos se abrieron de par en par. Era la voz de Juan, pero, ¿qué hacía ahí? ¿Desayuno?

—Estoy despierto —respondió sentándose en la cama y tallando sus ojos con confusión y cansancio.

Juan entró a la habitación, y tal cómo había dicho, traía una bandeja con deliciosa comida en sus manos. Quackity no pudo evitar pensar en lo mucho que le costaría.

Sin permitir que se pusiera de pie, la bandeja fue dejada en sus piernas. Eran waffles con jugo de naranja, y el aroma solo hizo que la boca de Quackity se hiciera agua.

—Juan, yo no puedo pagar esto...

—Oh, por favor, no te preocupes, eso está cubierto. Anda, come.

Quackity no tardó en comenzar a hacerlo, tomando varios bocados de waffle. Mierda, también estaba delicioso.

—Oh, por cierto, te están esperando afuera. No tardes.

Juan dejó la habitación y abandonó a Quackity solo con sus pensamientos en el proceso. Pensaba en la cena, en la rebelión, también se preguntaba porque demonios Rubius se aparecía tan temprano en la mañana.

Comió tan rápido como le era posible, lo cuál era una lástima porque el desayuno era una delicia. Después se cambió a una de las prendas casuales que Sara había hecho para él y se alistó para salir. Aún bostezaba y deseaba con todas sus fuerzas regresar a su cama, pero no había nada que hacer.

Bajó las escaleras con lentitud y se preparó para insultar a Rubius en todos los idiomas posibles, sin embargo, paró en seco.

No, ese no era Rubius, era el alcalde.

—Buenos días, Quackity —habló en un tono casi cálido—. Espero no haberte importunado.

Tuvo que sacudir cada rastro de sorpresa y desconcierto fuera de su cuerpo para responder.

—P-Para nada, solo... —aclaró su garganta—. ¿Qué haces aquí?

Luzu se acercó a él , haciendo que Quackity quisiera salir corriendo. Por desgracia, seguía en las escaleras, y aquello solo sería estúpido.

—Quería invitarte a salir. Un paseo por mi zona favorita del pueblo, si eso te gustaría.

Déjame en paz, viejo corrupto, fue lo primero que llegó a la mente de Quackity mientras pensaba más y más en declinar la oferta. Pero, ¿qué tan malo podría ser? Si no lograba obtener su confianza, ese sería el verdadero problema.

Eso sí, debían de hablar seriamente sobre esas citas sorpresa. No eran agradables.

—Se escucha bien. Solo voy a cambiarme y...

—No es necesario. De hecho, estaba pensando en prestarte algo de ropa —dijo metiendo sus manos en sus bolsillos de forma casual—. Dime, ¿sabes andar a caballo?

—¿Qué?

Luzu sonrió cariñosamente, pero Quackity casi se hace chiquito del miedo. No, no sabía. Puta madre.

—Si no sabes está bien. Puedo mostrarte. Aunque si prefieres podemos solo dar un paseo.

Parpadeó nervioso, pero solo negó. Debían salir de ahí antes de que cambiara de opinión y saliera corriendo muy lejos del otro hombre.

A Sus Pies {Luckity}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora