9

6.1K 875 674
                                    

El breve viaje se alargó hasta una semana más de lo esperado, y para los rebeldes fue una oportunidad perfecta. Comenzar a levantar a un pueblo era difícil, pero los habitantes de Karmaland estuvieron del lado de la rebelión casi de inmediato.

Tenían aliados, gente que pelearía en las calles y un apoyo por si las cosas fallaban de una u otra forma. Cada día se corría más la voz acerca de la revolución, y si no, Rubius se encargaba de ello.

—Estás tierras eran nuestras, ¿protegimos con sangre, sudor y lágrimas este pueblo para que un tirano nos destruya? —habló en voz alta siendo rodeado por un grupo de gente que escuchaba con atención—. Nuestro pueblo debe quedarse en pie, vamos a tirar su gobierno al suelo y reclamaremos lo que nos pertenece.

Unos vitoreos se hicieron presentes, dándole más confianza a Rubius para seguir.

—¡Si seguimos esperando que las cosas cambien jamás veremos el futuro de nuestras familias! ¿Y entonces qué? ¿Lo dejaremos ganar? —sonrió cuando varios "¡no!" hicieron coro—. Vamos a tomar venganza por nuestras familias, nuestros amigos y nuestras tierras. ¡Por Karmaland!

—¡Por Karmaland!

Los gritos de las personas se escucharon con fuerza, y mientras Rubius continuaba dando sus discursos, Quackity observaba todo a una buena distancia.

Los habitantes sabían que era "amigo" del alcalde, así que verlo ahí le aseguraría una visita a la horca—si es que tenían una. Así que había decidido guardar distancia, sonriendo cómo si sintiera la pequeña chispa de la rebelión convertirse en un imponente fuego poco a poco.

—Está haciendo un buen trabajo.

Escuchó a su lado y sonrió más al ver de quién se trataba.

—Sí, es un buen líder. En realidad sabe cómo difundir el mensaje de la revolución.

Sapo Peta asintió, y observó con admiración a Rubius mientras este dirigía a todas las personas. Luzu tenía todas las de perder bajo el panorama de un pueblo entero en su contra. Así Quackity se liberaría de él más rápido.

—¿Es demasiado? —preguntó haciendo que el chico lo mirara con curiosidad—. Fingir ser alguien más frente a él.

Quackity miró hacía el frente.

—Tal vez un poco, pero nada que no pueda manejar —dijo con falsa altanería para bromear—. Soy brillante.

—Creeme, estoy seguro de eso.

El comentario pareció extrañamente dulce, y aunque definitivamente fue algo desconcertante, no lo hizo sentir distinto. Carraspeó extrañado y acomodó su cabello para ignorar todo eso.

—Pero no importa, pronto empezará la revolución y...bueno, por supuesto que voy a estar con ustedes siempre —se encogió de hombros—. Me desharé de mi fachada.

Fue aún más extraño cuando Sapo Peta lo abrazó por los hombros de manera casi amistosa.

—Será agradable tenerte de vuelta entonces.

Quackity sonrió y no se separó del abrazo. No tenía por qué, pues no sentía incomodidad, ni miedo. Y fue entonces cuando la realidad lo golpeó.

No sentía nada, en absoluto. ¿Qué demonios estaba pasando?

***

Rubius estaba embriagado con la euforia de ser una inspiración para el pueblo. Así que se alistó junto a Lolito y Sapo Peta para salir a minar, planeando conseguir las suficientes armas para cubrir una parte de los nuevos revolucionarios.

A Sus Pies {Luckity}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora