8

6.1K 889 669
                                    

¿Era atrevido admitir estar mirando de más a una persona? Fuera de forma lujuriosa o no, Quackity sentía incorrecto que no le había quitado la vista de encima a Sapo Peta en todo ese tiempo.

El hombre era algo que no había presenciado jamás, y no mirarlo era una tarea imposible. Era tan alto que a Quackity le preocupaba en realidad estar más bajo de lo que ya se sentía.

Ya que su único trabajo con los rebeldes estaba lejos—aún enviándole regalos, pero lejos—, no tenía mucho que hacer. Sapo Peta lo había invitado a acompañarlo a conseguir leña y madera para el pueblo. Parecía una buena idea.

No lo fue, y Quackity no sería capaz de cortar un tronco ni aunque le pagaran.

Hubo intentos fallidos, gritos de hombre para nada agudos, y vergüenzas que terminaron en Sapo Peta mandándolo a sentarse. Y lo hizo.

Ahora estaba cortando un pedazo pequeño de madera con su nueva daga mientras veía, con más fascinación que nada, cómo el hombro cortaba troncos como si fueran de goma.

De un putazo te reinicia la vida, pensó, pero siguió fingiendo hacer algo con su pedacito de madera.

—Quackity —escuchó justo frente a él—. Ya tengo lo que necesito. Vamos de regreso al pueblo.

Intentó no observar mucho mientras el hombre cargaba un costal lleno de madera sin esfuerzo. Estaba demasiado perdido.

También descubrió que Sapo Peta era profundamente admirado por la gente del pueblo, ya que los protegía y hacía el trabajo pesado que un solo obrero no podía hacer.

Así que mientras hablaba con una amable señora que vivía cerca del bosque, Quackity comenzó a caminar por sus alrededores. Miraba las hojas secas bajo sus pies e intentaba no alejarse mucho, aunque moría de ganas por perderse nuevamente solo para explorar.

Cuando se alejó lo suficiente y comenzó a ser menos cuidadoso con sus pasos, escuchó movimiento detrás de él. Suspiró, pensando que no podía tener ni un momento de soledad. No fue hasta que en un paso en falso su pie se hundió y su brazo fue sostenido evitando que cayera que comprendió porque no podía estar solo.

Fue jalado hacia atrás, golpeando directamente el pecho del contrario y siendo sostenido fuertemente. Retrocedieron y Quackity sentía que por poco y se desmayaba.

—¿Estás bien?

Asintió intentando recuperar la compostura.

—Es una trampa que ponemos para la caza, tranquilo.

Lo ayudó a ponerse de pie de manera estable mientras Quackity aún jadeaba para tranquilizarse.

—Anda, regresemos al pueblo.

Ambos volvieron, y se sentía mucho más tranquilo. Sara y Alexby estaban ahí, y Quackity se ganó el regaño de su vida por parte de la chica por ser tan inconsciente.

De cualquier forma estaba aliviado de que Sapo Peta hubiera estado ahí, y aún más de que no lo hubiera reprendido por alejarse. Podía notar por sus interacciones con el pueblo y con lo sucedido, que a él le gustaba más que nada proteger. Tal vez por eso ahora estaba dando su opinión sobre su "acercamiento" con Luzu.

—Solo quiero asegurarme de que no quiera hacerte daño. Si dijeras algo que no le gusta dudo que tenga piedad —dijo con preocupación—. Quackity, ese hombre es un peligro. Nos ha dejado en negligencia. Tienes que guardar tu distancia.

Pero Quackity no podía decir que era muy tarde, que ya se había acercado tanto al alcalde que guardaba sus regalos en una caja y sus más dulces palabras debajo de su almohada. No podía confesar que era cómo Ícaro, y que cada día se acercaba más y más al sol.

A Sus Pies {Luckity}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora