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Había pasado una semana y media y Luzu había desaparecido casi por completo. No habían tenido salidas usuales, y sin estas Quackity estaba bastante aburrido, aunque sí que habían puntos de su semana que no habían sido tan insignificantes.

En primera, Luzu le había dejado varios regalos en el hotel. Chocolates, rosas, un par de guantes que, aunque no eran elegantes, se sentían muy caros para ser de uso común, y otros presentes más.

Segundo, Vegetta se había ido casi de la misma forma, aún reacio en contarles por completo la razón de su actuar. Por suerte y por medio de cartas les aseguró que era algo que si salía bien, podía ayudarlos.

Y por último, la gente del pueblo cada vez lo observaban más, y con más incertidumbre de la que hubiera imaginado.

No salía mucho, solo para evitar las sospechas, pero cuando quedarse encerrado le parecía un martirio absoluto, daba paseos por el pueblo y buscaba toparse con los rebeldes sin perder el anonimato.

Oh, pero las miradas se habían vuelto tan pesadas y tan usuales que le comenzaban a cansar. Quería decirles que se detuvieran de una buena vez, pero terminaba silencioso, cómo siempre.

Así que, mientras se arreglaba para poder dar un paseo por el pueblo, no pudo evitar preguntarse si sus salidas con Luzu lo harían ganarse el desprecio del pueblo.

Estar con Luzu era como una sentencia, y una marca que no se le quitaría jamás. Completamente atemorizante.

Salió de su habitación, y tan pronto se escuchó la puerta cerrarse, alguien se acercó a las escaleras desde el piso inferior.

—¡Quackity, tienes una carta!

Ya no debía preguntarse quién era el autor de los regalos y mensajes, así que aquello no fue ni de cerca una sorpresa. Eso sí, estaba intrigado por las razones que empujaron al alcalde a escribirle.

Así que bajó rápido y tomó el sobre, examinándolo y comprobando que, efectivamente, era una carta de Luzu. Su corazón se aceleró mientras subía las escaleras nuevamente y rasgaba en papel del sobre de camino a su habitación.

No entró, solo apoyó su espalda en la puerta y, con manos temblorosas, sacó el papel del sobre. La letra era pulcra y el papel se sentía tan bien que dudaba que fuera un pergamino barato.

¿Por qué Luzu debía ser tan extravagante?

De cualquier forma comenzó a leer, sintiendo las palabras del alcalde impregnadas en cada rastro de tinta.

"Querido Quackity,

¿Cómo estás? Ojalá las cosas por ahí estén en orden, si no, con una carta tuya me aseguraré de que lo estén. Extraño hablarte tanto como podría extrañar una buena comida o una tarde con mis caballos. Y, aunque no espero que te sientas igual, espero comprendas a que me refiero.

Las razones de mi partida son varias, y aunque deseo discutirlo contigo en persona para tal vez encontrar en tu mente un buen consejo, supongo que extrañar es más difícil para mi que escribir. Por eso tienes esta carta en tus manos.

Uno de mis amigos fuera de la ciudad me pidió su ayuda. He mencionado un par de veces en nuestras conversaciones que las personas cercanas para mi son más importantes que cualquier otra cosa. No lamento haber dejado a Karmaland, pero sí lamento haberte dejado a ti.

Debo sincerarme contigo, admitir que la forma en la que me has maravillado es tal vez una en un millón. ¿Qué tiene esa mente tuya que incluso deslumbró a mis más ariscos conocidos? No soy una excepción, pero el "porqué" se escapa de mis manos. Cada vez mi lejanía parece más agonizante.

A Sus Pies {Luckity}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora