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Besos culposos · Carlos Sainz

Un poco de desnudez y besos calientes, aunque no es el tema central de esto.

Un poco de desnudez y besos calientes, aunque no es el tema central de esto

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La bañera se había llenado de espuma para ese punto. Lo que junto con el agua tibia y la vela aromática en la esquina te ayudaban a relajar tus nervios.

Durante sus años juntos habían prometido que los problemas exteriores no iban a afectar su relación. Que si llegaban enojados con alguien del trabajo, un amigo, un familiar o lo que fuera no significaba que su forma de tratar iba a ser afectada por esto. Pero ya se conocían y sabían de memoria que era lo que pasaría.

Carlos no estaba teniendo una buena semana con Ferrari, siquiera una buena temporada, y ese enojo lo estaba descargando en su relación, en peleas insignificante y días sin decir ni hola solo por su enojo en el trabajo.

Viajaron juntos a Brasil en un impulso extraño, pensando que ese fin de semana juntos lo podrían ocupar para arreglar sus cosas. Pero en vez de eso, a las horas de llegar, Carlos ya andaba gritando por el teléfono y abandonando sus comidas en pareja.

Los resultados para él no fueron tan malos, estaba tercero. Aunque no era lo que él necesitaba en ese punto de la carrera. Sabía que daba para más y la mala suerte de cargar con Ferrari no se lo permitía.

Le enviaste un mensaje apenas terminó la transmisión. Dándole tus felicitaciones por su nuevo logro a pesar de que llevaban días sin hablar,y de que las probabilidades de que te respondiera fueran nulas.

La puerta de la habitación de hotel se azotó con furia y no necesitaste más que dos pisadas y un insulto en español para saber que era Carlos el que había llegado.

Hecha una bolita en la bañera debatiste en sí era una buena opción salir a hablar o darle su espacio, pero demoraste mucho y él ya estaba entrando al baño mientras tiraba su ropa por algún lado.

— Lo siento mucho, no sabía que estabas acá — se disculpó cuando te vió e intentó salir de la habitación.

— No hay problema, Carlos.

Su nombre resonó en la cabeza de ambos, haciéndolos reaccionar del punto al que había llegado de desgaste en la relación.

Estuvo a punto de salir de allí, pero despegó sus dedos de la manija para ir a tu lado. Se arrodilló junto a la bañera y te miró con pena, con vergüenza, con miedo y un exceso de amor escondido tras un sin fin de sentimientos más.

— Lo siento mucho, amor — susurró mientras su mano tocaba tu mejilla.

Cómo acto reflejo inclinaste la cara en su dirección, como queriendo hacer que el calor de él durara más tiempo en tí.

— Soy un estúpido por poner antes mi carrera que lo nuestro. Que ti.

— Carlos no te llames así, por favor — pediste con una lágrima cayendo por tu mejilla.

— Es lo que soy. Soy uno por no valorarte, por dejarte de lado, por lo mal que me he comportado contigo desde hace tiempo — dijo con sinceridad — en serio, lo siento mucho.

Ambos se quedaron en silencio después de eso. Las miradas no eran capaces de despegarse y las palabras correctas no llegaban a la boca de ninguno de ustedes.

— ¿Quieres entrar conmigo? — preguntaste.

Asintió con la cabeza y se quitó lo que quedaba de su ropa, quedando solo en calzoncillos antes de meterse al agua junto a tí.

Lo sentiste sentarse detrás tuyo, envolver sus brazos en tí y moverte hasta que tú espalda se pegó a su pecho.

Depósito pequeños besos en tus hombros. Besos con culpa. Lo que te hizo sentir peor, porque eras completamente consciente de que sus peleas no fueron sólo responsabilidad de Carlos, sino que también habías puesto de tu parte para terminar mal.

Te giraste en la tina, quedando cara a cara con él. Tomaste suavemente su cara en tus manos y besaste sus labios en una especie de disculpa y apoyo, como tomando tu parte de la responsabilidad para hacerte cargo de su relación.

— Lo siento, Carlos. Siento no darte tu espacio en tu carrera y dejarte de lado cuando más me necesitabas.

— Pero estabas enojada conmigo — trató de explicar él.

— Sí, pero no por eso significa que te debo dejar solo.

Esta vez fue Carlos quién comenzó otro beso entre ustedes, con sus manos posándose en tu cintura para sentarte de una forma más cómoda encima de sus piernas.

Parecía más que un momento romántico, una disculpa dónde las palabras no llegaban. Dónde los besos parecía ser la mejor opción para callar al otro y no darle más vueltas al tema y así buscar dejarlo de lado lo más antes posible.

Tus manos subieron a su cabello, dándole pequeños masajes mientras sus bocas seguían unidas. Las manos de Carlos acariciaban tu espalda, tu cara y cada parte de tu cuerpo.

Sabían a dónde llevaba eso. No eran simples besos. Al menos lo dejaron de ser cuándo los cuerpos de ambos comenzaron a moverse lentamente para generar mayor fricción entre ustedes.

Ya no eran besos tiernos cuándo comenzaste a sentir una humedad entre tus piernas y la polla de Carlos ponerse dura como una roca cuándo tiraste de su cabello después de un roce entre ambos y los gemidos llenaron la habitación.

— Amor — te llamó cuando se separaron — por más que ame el sexo contigo no quiero hacerlo como una disculpa. Quiero que hablemos bien las cosas y arreglemos el problema, no taparlo con esto.

Asentiste un poco decepcionada, pero a la vez consciente de que era lo mejor para ambos.

— Podemos salir de acá y pedir comida a la habitación — sugeriste.

— Me gusta tu idea. Y tú también.

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