Parte 6 "Un Momento Azucarado"

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Romina caminaba detrás de un voluptuoso y gordo trasero que se tambaleaba de lado a lado conforme la chica a la cual pertenecía avanzaba hacia el almacén. Ambos glúteos eran redondos, apretaban la tela de los pantalones, estirándola levemente. Aun así, ese trasero no se comparaba a la seguramente gran talla de las caderas cargadas de grasa y gordura sobre el, todo acumulado en forma de lonjas y rollitos exuberantes.

Karen, la obvia dueña de ese obeso trasero, parecía actuar sin ninguna preocupación sobre su tamaño y peso, lo que parecía lógico, pensó Romina.

«Ella... ya debe de estar acostumbrada a su peso. No como yo.»

Pensaba ella, ya que incluso Karen parecía caminar como si meneara y presumiera el ser tan masiva y gorda, o al menos eso le parecía a Romina por momentos breves.

Pensaba ella, ya que incluso Karen parecía caminar como si meneara y presumiera el ser tan masiva y gorda, o al menos eso le parecía a Romina por momentos breves

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- Bien, pues aquí sucede la magia. - Declaro Karen, señalando varias cajas de pan, pastel, panques y algunos dulces y caramelos apiladas hasta el techo en varias estanterías de madera.

- Vaya... pues, creo que ya veo de donde venían esos panquecitos tan deliciosos... - Respondió Romina, alzando la vista.

- Oooh... me alegra que te hayan gustado, de hecho... hay más por si...

- A... ahora no, pero gracias.

Romina, ahogando dentro de si aquellos deseos de consumir más de esas delicias, se negó a la oferta de Karen antes de que ella siquiera pudiese hablar.

- Oh, yo... comprendo jeje. - Dijo Karen, intentando inútilmente ocultar un tono decepcionado.

- Pues... ¿Qué haremos entonces? - Preguntó Romina, intentando ver en que se ocuparían.

- Oh pues no mucho... solo cuidar el local y atender a los pocos clientes que vengan.

- Comprendo...

Tras algunas breves explicaciones de Karen mas sobre como funcionaba el local, y de otras cuantas ofertas de los panquecitos del almacén, ambas chicas se dispusieron a sentarse tras el mostrador a esperar a algún cliente.

Karen, luego de ambas estar sentadas en silencio por unos minutos, rompió el silencio.

- ¿Y... de verdad te atrajo este empleo?

- Pues... - Contestó Romina, pensando su respuesta. - En realidad lo acepté porque llevaba un buen rato buscando algo para pagar la universidad, porque pues sabrás que no es barata.

- Si... lo sé.

- ¿Y tú? ¿Cuánto llevas trabajando aquí? - Devolvió Romina la pregunta.

- Ah pues... digamos que solo tenía varios gastos... no solo la escuela.

Mientras Karen respondía, Romina notó, más no quiso mirar directamente, que con algunos movimientos de sus caderas, Karen apretaba sin darse cuenta las costuras de su ropa.

Una Madrugada AzucaradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora