3. Los Piratas Corazón - Cora

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Era extraño, estaba acostada en una suave superficie con olor a limpio. Abrí los ojos y vi como una habitación sencilla, donde solo estaba la cama y una mesa de noche, lo que supongo eran las puertas de salida y el armario o el baño. Por la pequeña ventanilla redonda pude ver que aún estábamos bajo el mar. Me levanté para ver el fondo marino, quedando maravillada con la vista, los peces nadaban despreocupados en el extenso mar, eran libres. Por alguna razón, verlos así me llenaba de alegría, uno se acercó a la ventana donde estaba y me miró para ser seguido por todo su banco. Todos apilandose en esa pequeña ventana para poder verme, seguramente me decían algo, todos los animales sienten esa atracción por mi al verme. Pero dado las paredes del submarino sus voces no me llegaban.

Me giré sobresaltada al escuchar la puerta del camarote abrirse, aterrada corrí a refugiarme en la cama, siendo el único lugar a mi alcance para tomar distancia. Mis nervios se dispersaron cuando Bepo, me sonrió desde la puerta antes de cerrarla detrás de él.

- Cora, te traigo algo para que te pongas.... - estruje la manta sobre mi pecho asustada de que el osito quisiera hacerme algo. - No te asustes - al darse cuenta de mi miedo sus manos se movieron nerviosas. - Pero esa ropa que tienes está muy estropeada, pensé que ...- parecía apenado así que me bajé de la cama para acercarme al oso.

- Gracias - la palabra costó que saliera de mis labios, pero como pude correspondí la sonrisa tímida del apeluchable pirata.

- Si quieres puedo acompañarte al baño, para que te asees. - No recordaba la última vez que tuve un baño para mi en condiciones. Normalmente era obligada a asearme en mi celda con un cubo de agua en ocasiones tibio, pero en su mayoría helado.

Después de asentir con un leve movimiento de mi cabeza, salimos del dormitorio. Recorrí los pasillos del submarino, del que no me quedó desapercibido el hecho de que no nos cruzamos con nadie. Bepo me hablaba de varias cosas que no prestaba atención, más bien pensaba en que harían conmigo después, pero estaba asustada por preguntar.

- Nuestro capitán quiere que te sientas cómoda - el pirata de pelaje blanco se paró delante de una puerta y me indico con la cabeza que entrara - son baños compartidos, pero ahora no hay nadie dentro y esperaré fuera para evitar que te molesten - asentí en agradecimiento y entre casi corriendo en el lugar.

El baño no era la gran cosa. Tenía unas duchas abiertas y unas piletas, así como una zona para dejar la ropa sucia y limpia. Me desvestí y me miré en uno de los espejos. Mi cuerpo era difícil de ver, mis costillas se marcaban en mi pecho y aún tenía muchos golpes. Algunos estaban por desaparecer y otros aun se notaba que tardarían un buen tiempo en sanar. Así como algunas cortadas en mis pies y piernas, provocadas también por mi escapada.

Caminé segura hacia una de las duchas y la abrí, al principio me metí bajo el agua fría, pero rápidamente se tornó caliente, era relajante y no puede más que gemir sintiendo como mis músculos se destensan van al sentir tal calidez.

Permanecí bajo el chorro de agua un buen rato, mi cuerpo estaba rojo, del calor del agua de la ducha, pero extrañamente relajado. Había estado mucho tiempo bajo el agua y nerviosa de que el oso fuera se cansara de esperar tanto me apresure a ponerme la ropa que me había dado. Esta era muy básica, una camiseta negra con la Jolly de la banda y un peto claramente de hombre amarillo. La ropa me quedaba grande y parecía ridículamente pequeña en ella. Pero era mejor que lo que traía puesta. Remangue las piernas del pantalón para no pisarlo al caminar y con el intento de una sonrisa mire mi reflejo que al verme desapareció.

- No pareces una persona Malani....- contuve las ganas de llorar y recogí todo rápidamente para ir a la puerta.

- ¿Terminaste ya? - Al salir vi como sentado en medio la puerta impidiendo el paso estaba el oso blanco.

Viaje al corazón - Historias del Grand Line IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora