-sonríe, me gusta tu sonrisa- La chica voltea a verlo. Las lágrimas ya comenzaban a asomarse, una débil sonrisa sale, pero el sentimiento de despedida no se aleja.
Un día sin previo aviso, ambos protagonistas se conocen de una manera un poco fuera d...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Isis utilizó su collar del milenio para intentar descubrir si hay algo.
Y, por suerte, la respuesta fue positiva.
Indicando una caja de madera al fondo del lugar, dijo —En una tabla de esa caja, en la mitad tiene un hueco con un papel incrustado—.
Eso debía ser lo que estaban buscando. No esperaste más y corriste hacia él.
Justo cuando estabas por tomar la caja, esta desapareció frente a ti y hubo un cambio abrupto de escenario.
Ahora estabas frente a Atem, con un pedazo de papiro en la mano.
—Y eso es lo que dice... ¿Qué debemos hacer ahora?—.
Leíste las escrituras para que el chico tomara una decisión sobre lo que trajiste.
Aquellas eran las indicaciones de Aknamkanon. Muy específicas, de hecho.
Pensándolo profundamente, con una mirada complicada, el joven junto a ti respondió.
Atem —Era una de las voluntades de mi padre, y quiero cumplirlo. El problema... será encontrar a alguien que esté dispuesto a hacerlo—.
El asunto era arriesgado. Se tenía que considerar minuciosamente. ¿Tal vez, elegir a alguno de los sacerdotes sería buena idea?
Solo podía ser alguien de confianza.
Pensando un poco, con vergüenza reverenciaste y dijiste en un tono solemne —Yo me ofrezco para llevarlo a cabo—.
Al escucharte, Atem enfocó la mirada en ti. Su mente dió un rotundo no, pero aún quería escucharte.
Atem —¿Tú...? ¿P- Por qué quieres hacerlo?— sentado al borde de su silla, se sujeta de los posabrazos con sorpresa.
No tenía idea de lo que estabas pensando. Tampoco de la expresión que él estaba haciendo.
Demostrando su preocupación por ti, fue algo que te hizo bajar la mirada —creo que es mi deber terminarlo. Me dieron la tarea en un principio, y las instrucciones dicen que...—.
Atem —Ignora las instrucciones — interrumpió —olvida las obligaciones con el reino y mi padre. Solo dime... ¿De corazón, te atreves a realizar esta misión?—.
No pudiste ocultar la duda en tus ojos, pero lo que representaba y lo que podía obtenerse de esto eran más que tus inseguridades.
La recompensa, fuera de que es un objeto para mantener con vida la esperanza en Egipto y su futuro, tenía algo más valioso para ti.
Esta cosa, cuidaría de tu amigo y lo mantendrá a salvo. Es de las mejores ideas que pudieron haber.
Con una sonrisa, tomaste confianza y la demostraste al dar tu respuesta.
—Lo haré. Para mantenerte a salvo— alzaste la voz como si quisieras qie te escuchara claramente.
No estuviste para él en muchas cosas, y te arrepentías de eso.
Si al menos pudieras darle algo que represente tu compañía y apoyo, entonces, era obvio que tomarías esta oportunidad.
Atem, al escuchar tu sinceridad, se quedó aturdido mirando tu cara que pareció iluminarse por unos momentos.
Te guardó en su corazón por varios años, esperando, y pidiéndole a los dioses que regresaras pronto. Ya se ha cumplido, pero era como si de inmediato el mundo diera un giro a sus plegarias.
Conteniendo su respiración, desde su interior se negó a faltar a su palabra. Asintió hacia ti con un leve sonrojo, pero también con una punzada en su pecho.
Estabas por retirarte así, cuando por impulso él te tomó del hombro y te jaló hacia su cuerpo para abrazarte.
Rodeándote con un brazo, usó su mano libre para sujetar tu cabeza y apoyar su mentón en tu hombro.
Lentamente, habló a tu oído.
Atem —Yo... desearía poder decirlo, decir que puedes hacer la misión, pero no me atrevo a verte marchar—.
Solo... no quería dejarte ir.
Te abrazaba de manera gentil. Ni tan fuerte ni tan holgado, ya que si te sentías incomoda, podrías fácilmente apartarlo de ti.
Atem —Eres importante para mi. Y esto es muy peligroso...—.
Abrazándolo más fuerte, escondes tu rostro en su cuello. Con las mejillas rojas, respiras profundo.
—Pero Atem...— tus parpados bajaron por tu expresión decaída.
Sabías que tenías que asumir los riesgos para esto. Estabas por calmarlo, pero te interrumpió de nuevo.
Atem —Me gustas mucho, T/n—.
Dijo de repente. Sin cortes ni vacilación. Únicamente sus sentimientos que tomaron control de su boca y expresaron lo que se estaba guardando desde que llegaste.
¿Era apropiado decirlo en este momento? A él ya no le importa. Solo creía que si no te lo decía ahora, más tarde podrá arrepentirse.
Separándose lentamente, ya que no correspondiste asumió que no sentías lo mismo.
Tal vez solo se estaba haciendo ilusiones al pensar que lo veías de la misma forma que el lo hacia contigo.
Atem —(Qué idiota...)—.
Después de salir del shock inicial, saltaste para lograr abrazarlo por el cuello y sonreiste a más no poder.
—A mí... ¡A mi también me gustas, Atem!—.
Siempre creiste que no se lo dirías nunca, ya sea por vergüenza o no querer enfrentarte al rechazo, pero él te gustaba desde la niñez.
Solo que cuando saliste al mundo para realizar tu primera misión, asumiste que eran ideas tiernas de una niña ingenua.
No todo sería lindo. Y que era posible que solo se quedara como un amor platónico. Nunca demostrado y menos correspondido.
Pero fue una sorpresa. Demasiado dulce como para ahogarte en pequeñas lágrimas brillantes. Demasiado, como para hacer palpitar a tu corazón más de lo que creíste posible.
El oji-morado también se alegró, y volvió a abrazarte para ya nunca soltarte.
Ya no importaba esa misión. Tampoco ese hilo o el nuevo artículo del milenio.
Nadie ni nada le haría más feliz que estar contigo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.