Décimo Asalto1️⃣0️⃣

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Retomo los entrenamientos sin novedad al día siguiente

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Retomo los entrenamientos sin novedad al día siguiente. Pero para que yo pueda estar tranquila conmigo misma, y olvidar lo ocurrido con Marta, tengo que hacer algo que me devuelva la paz mental. 

     Partirle la nariz, de verdad, nada de tirones de mechas. 

     Solo que algo me retiene: No tengo dinero para pagar la multa o, en el peor de los casos, para pagar la fianza, eso por no contar el disgusto que le daré a mi padre por verme detenida,  no puedo perjudicar la imagen del ducado.

     Así que me decido por hablar con ella como personas civilizadas. 

     Y que se vaya preparando. Nadie intenta acusarme de agresión cuando ni le he rozado siquiera. 

     Le pido a Viktor que me lleve a hablar con ella y cuando llego al bufete, sé por Ramón, el hombre de seguridad, que Marta está almorzando en un restaurante de esos que con solo respirar en el interior te cobran. Me río con sus ocurrencias, acabará siendo un gran amigo o, al menos, mi confidente en estas oficinas. 

     Ramón tiene razón. Por el nombre veo que se trata de un lugar tan caro y discreto que podré cantarle sus verdades a la cara a Marta, sin que ella me pueda rebatir una sola coma por la vergüenza de ser observada en tremendo bochorno. 

     Pero tengo un problema. Paola Neuman la entrenadora de artes marciales del barrio no podrá entrar sola. Mi vestimenta ni de coña se asemeja a la etiqueta requerida por el restaurante, por eso necesito de alguien que me abra la puerta. 

     —Al fin llegas, Heller. Llevo un rato esperando. 

     —Para invitar yo te estás poniendo muy exigente. 

     —Tengo que volver al gimnasio en menos de tres horas. 

     —Ese maldito gimnasio tuyo acabará contigo. ¿Es que no puedes comer tranquila? —dice entrando y saludando al maître, que de inmediato se queda embobado con ella, bueno, ella, y su identidad. 

     Vaya, mi hermana abre puertas de veras sin tener llaves. 

     Nos acompañan a la mesa, donde me siento la primera, sin esperar a que me retiren la silla. No quiero que Marta me vea aquí todavía. 

     Diviso su mesa y me encojo en el sitio para pasar desapercibida. Miro la carta, escondida tras ella, cuando Heller me habla: 

     —Espero que hoy no quieras irte y llegues al postre por lo menos. 

     Sonrío, recuerdo que la última vez que quisimos comer juntas en el club no llegué ni a pedir el plato. Hugo y su estupidez tuvieron  la culpa. Pero hoy eso ha cambiado con él. Estoy esperanzada  en que sea verdad que despierto su verdadero interés, como persona y como mujer, no como moneda de cambio. 

     —Yo no llamaría postre a un café con hielo y sin azúcar, hermanita —le recuerdo a Heller su café preferido, despertando su risa.

     —No he visto a Viktor cuando he llegado, no estarás evitando tu protección, ¿verdad?, mira que si se entera mamá...

A golpes contigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora