4.

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—No sé en qué estaba pensando al pedirte este encuentro

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—No sé en qué estaba pensando al pedirte este encuentro. Me voy —digo apartándome de él. 

     Quiero darme la vuelta y ser yo la que se vaya esta vez. Debería empezar a poner en práctica el mantra de Heller y hacerlo mío. Noventa grados, de frente y rectos. Pero no puedo cumplirlo, me desinflo. Su abrazo me retiene y sus labios me convencen con un beso que yo tomo ilusionada.

      Tal vez hoy todo será distinto. 

      Hugo me besa con una pasión que no puede ocultar. Besos tiernos en los labios, sus manos acariciándome la cara. Lo cojo de la cintura para sentir su calor, su erección que ya despierta. 

     Cuando me besa el cuello, echo la cabeza hacia atrás, perdida en el deseo de que me haga el amor. ¿Por qué negarnos lo que más queremos?

     —¿Qué haces, Paola?

     El vestido cae a mis pies. Me lo he quitado con una fácil maniobra por la espalda dejando mi cuerpo casi al desnudo, temblando de ganas por él. Y mis mejillas, seguro que ruborizadas, son la prueba palpable de mi anhelo.

     —Fuiste tú quien me dijo que si lo preguntas, es que el otro no lo hace bien. —Y es cuando me deshago del sujetador, lo tiro al suelo también.

     —No sigas, por favor.

     Hugo abre los ojos al ver mis pechos. En un primer momento niega querer seguir con esto, pero cuando me dirijo a una de las tumbonas se deja llevar cogido a mi mano. 

     Nos sonreímos con pena, nos miramos con dolor. Ambos sabemos que durará el tiempo que tarden en llegar nuestros orgasmos. Lo que será poco tiempo teniendo en cuenta las ganas con las que nos hemos besado y acariciado antes de empezar siquiera. 

     No llego a quitarme la ropa interior cuando él quiere ayudarme y hacerlo por mí. Se arrodilla a mi lado y me besa la piel de la rodilla en su recorrido ascendente hasta llegar a las caderas al tiempo que desliza la prenda en sentido contrario.

     Respiro profundo cuando siento su aliento, cuando su lengua me invade, y mis piernas tiemblan con la intromisión de esta en mi clítoris. A decir verdad, todo mi cuerpo lo hace, se retuerce excitado.

     Hugo lame por unos segundos, los suficientes para humedecerme, y así es cómo sé que los contaré uno a uno, para retrasar el tiempo a su lado. 

     Él tampoco parece que quiera parar de chuparme, seguro que no se atreve a penetrarme para que esto no termine ya. 

     Pero no se trata de algo eterno y yo ya estoy a punto de correrme. Me da un último lametazo, con uno de sus dedos dentro, y lo obtiene. Mi éxtasis. 

     Ya solo queda él. 

     Se levanta del suelo y me mira a los ojos. Los míos ya húmedos, los suyos también dolidos. 

A golpes contigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora