Saludo a Ramón con dos súper besos. Lo he echado de menos. La última vez que nos vimos nos despedimos de manera amarga, yo volvía a ser Paola de Baverburgo, él un amigo que jamás podría tener en palacio.
Hoy eso ha cambiado.
He convencido a mi padre de que necesitamos un nuevo empleado. ¿Para qué?, no lo sé, ¡qué más le da un favorcito más! Soy su heredera y tiene que compensarme años de regalos.
—No entiendo que haces aquí, preciosa —me dice.
Está sorprendido y no creo que sea por verme tan arreglada y de la mano de Hugo, que sonríe a mi lado, seguro que él fue de los pocos que siempre confió en lo nuestro. Seguro que su sorpresa tiene que ver con mi presencia en el bufete, cuando la "prometida" de mi novio está a dos puertas de nosotros.
—Vengo a recuperar lo que es mío. Guárdame el secreto —le digo riendo, a la vez que le guiño el ojo buscando su silencio.
Hugo le da un abrazo y me sigue al despacho de Marta. El resto de compañeros nos miran atónitos al vernos caminar cogidos de la mano.
Cuando esta mañana despertamos en casa, quedamos en que yo sería la que hablase con Marta. Ella me quitó el gimnasio para herirme y a mí me lo devolverá para recompensarme.
Llamo a la puerta y Hugo alucina con mis formas educadas. Le digo que se vaya acostumbrando, que alguien alguna vez me dijo que puedo enfrentarme a cualquiera sin insultar o golpear cabezas y que lo intentaré hacer ahora que seré duquesa, puesto que al fin he madurado.
Normal que me bese. Normal que alguno de sus compañeros grite y aplauda. Normal que mis piernas se estremezcan.
No pretendía que fuera así, lo juro, pero me viene de maravilla que Marta abra justo ahora la puerta de su despacho, cuando tengo la lengua de Hugo metida en la boca, sus manos están en mi culo y ambos gemimos de gusto por tener al otro en brazos.
—Cari, ¿qué está pasando aquí?
¡Madre mía! ¿Tengo que tirarme a Hugo en su cara para que se dé por enterada?
—Paola quiere hablar contigo —dice él, manteniendo la calma.
Yo no sé ni cómo puedo quedarme callada cuando ella me mira de arriba a abajo y levanta las cejas. Mi ropa, de marca hoy, la deja boquiabierta, como también descubrir que soy rubia y que me parezco mucho a la duquesa Paola de Baverburgo.
—Yo no tengo nada que hablar con ella, pero tú…
Miro a Hugo cuando recibe la bofetada de Marta. Alucinada por completo. Si me la llega a dar a mí, me tumba. ¡Joder, con la manicura francesa!, ¡de la que me he librado todos estos meses!
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A golpes contigo
RomanceDe un lado del cuadrilátero, Hugo Serra, 34 años, abogado de profesión y tan sexi que acabarás por rendirte ante él. No cree en el amor y considera que el sexo es un intercambio de favores, por eso él ofrece su tiempo, su cuerpo y sus caricias a un...