Mi hermana me llamó por teléfono, estaba muy nerviosa porque Paola fue a buscarme al bar, asustada por si mi madre averiguaba lo que hago con las mujeres ricas. Pero eso no es lo único que la tenía así. La amenaza por lo que su padre, el duque, pueda hacerme fue gasolina para prender sus nervios. Demasiado poder para aniquilarme.
La intenté tranquilizar y le pedí que se lo ocultara todo a mi madre hasta saber yo mismo más del asunto, que no se preocupase, que nada me sucedería.
Tras colgarle, salí del hotel de Wegener. Muy a mi pesar no pude faltar hoy a la cita que teníamos Rudolf y yo, así me hubiese tomado un descanso en la oficina durante la mañana. Tenía que entregar pronto en el bufete la firma milagrosa. Yo la llamaría mejor a partir de ahora la firma venenosa, puesto que gracias a ella mi amor por Paola moría.
Ya de noche conduzco veloz al gimnasio. Que le haya pedido calma a mi hermana no quiere decir que yo esté para nada sereno, voy más bien furioso, cabreado, ¿cómo se atreve Paola a venir al bar de mis padres y amenazarnos allí?
Cuando llamo se niega de primeras a abrirme, pero puedo convencerla con mis gritos y los golpes en la puerta. No he venido hasta aquí para darme la vuelta y no decirle todo lo que llevo masticando desde ayer. Todo lo que su dinero me ha hace sentir.
Al entrar, lo siento por Bimbo, el animalito no se merece mi desplante, pero estoy aquí para terminar con Paola y si lo miro lo más mínimo recordaré que él es parte de una bonita mentira que nunca podré tener.
Muy bien, sin máscaras. No le ha importado insultarme.
Es cierto que me ofrezco en compañía, en el sexo no siempre, porque aún conservo mis escrúpulos con cierto tipo de mujeres, y todo a cambio de relaciones comerciales. Pero no por ello le voy a permitir que se ría de mí.
Yo también estuve averiguando por mi cuenta.
Salía ya del hotel con el contrato de Wegener y no me pude resistir. Antes de abandonarlo del todo pregunté por su hijo Jürgen en un arrebato de locura y tuve la suerte de que accediera a recibirme, eso sí, del vestíbulo no ha pasado mi encuentro con él. Luego lo entendí, quería verme solo para dejarme en ridículo, como novio de Paola que me conoce. O de intentarlo, porque desde ya te digo que no lo consiguió.
—Al menos hoy ha tenido la delicadeza de presentarse a la altura de este hotel —me dijo mientras reparaba en mi traje de chaqueta. De nuevo mi coraza, la que me hacía infranqueable.
Tenía la ansiada firma de su padre en mi porta documentos, partirle la boca sería un gustazo. Pero sin saber por qué me acordé de Paola, de la mujer que ha sido siempre desde que la conozco, y en concreto dos meses atrás cuando ya no he podido dejar de pensar en ella, de la mujer que ha sido conmigo tan solo una semana antes. De la Paola que me ha enamorado.
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A golpes contigo
RomanceDe un lado del cuadrilátero, Hugo Serra, 34 años, abogado de profesión y tan sexi que acabarás por rendirte ante él. No cree en el amor y considera que el sexo es un intercambio de favores, por eso él ofrece su tiempo, su cuerpo y sus caricias a un...