Llegué a Alemania hace tres semanas. Tras el ímpetu con aquel periodista, mi padre me obligó a cumplir mi palabra con mis paisanos. Algo que no me supuso mayor problema, era cierto cuando dije que aquí no me lastimaría Hugo.
Había olvidado el estrés de la agenda diaria del Ducado de Baverburgo, Siempre hay una salida obligatoria, un almuerzo de última hora al que acudir o una reunión inaplazable que me tienen ocupada hasta bien entrada la noche, sin tiempo siquiera de socializar en privado con los amigos que tengo aquí o llamar por teléfono a los que dejé en España. Pero tengo que agradecer al que me elabora los actos, que me deje unas horas para mí antes de dormir. O de intentarlo. Porque sigo necesitando golpear el saco, ya de madrugada, y así poder pegar ojo por agotamiento.
Hasta hoy.
Hoy no me encuentro bien, incluso he vomitado al despertar. Me he levantado cansada, sin ganas de maquillarme o sonreír mientras me hablan, y como solo tenía en la agenda una cita con una cadena de televisión en la que concederé mi primera aparición pública en directo, he llegado a tiempo de anularlo todo para otro día. Total, no pienso irme de aquí en mucho tiempo.
Pero mi cansancio no solo es consecuencia de mis desvelos pensando en Hugo y en sus besos perdidos de veinte días, o a la caña que me doy en el ring cada noche. Se debe más concretamente a un informe que me dio Viktor nada más aterrizar, después de llevarme llorando las tres horas de vuelo, y que todavía hoy no consigo olvidar.
—Hugo se casa en menos de un mes con Marta Quirós. —Fueron sus palabras antes de decirme que abriese el email que me había enviado la agencia de investigación de Berlín.
Fue todo un despliegue de información en cuanto a fechas, localizaciones y datos de los contrayentes. Esta vez Hugo había sido muy descuidado.
—Debí partirte la nariz cuando tuve la oportunidad. —Recuerdo que le dije a Viktor al apagar el móvil tras la interesante lectura.
—Tú querías que te hablara de él, de sus planes —comentó sonriendo.
—¿Y has esperado a que estemos aquí para que no pueda ir a reclamarle?
—Quise ahorrarte ese dolor.
—¿Por qué piensas que hoy me duele menos? —le cuestioné ya enfadada.
—Sé que te duele igual, pero aquí podrás pensar sin hormonas —me dijo con un guiño de ojo. Seguía sin perdonarme lo que hice en la piscina del hotel de Rudolf.
—En serio, Viktor, me vengaré de ti en un ring algún día.
Y así ha sido cómo me ha dado lugar a pensar, y a pensar. A pensar en Hugo cada noche hasta caer rendida.
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A golpes contigo
عاطفيةDe un lado del cuadrilátero, Hugo Serra, 34 años, abogado de profesión y tan sexi que acabarás por rendirte ante él. No cree en el amor y considera que el sexo es un intercambio de favores, por eso él ofrece su tiempo, su cuerpo y sus caricias a un...