Entramos juntos al despacho, casi amaneciendo ya. No puedo quejarme del fin de fiesta ni de la compañía tampoco.
Hugo ha resultado ser todo un conquistador que yo no me esperaba, y no lo digo por sus besos o caricias, o sus palabras ardientes que a cada oportunidad recalaban en mi oído, que para algo lo conozco ya y lo llamo Casanova, sino por sus detalles inapreciables que me han cautivado. Fingir que le gustaba bailar conmigo cuando ha sido evidente que esa música le espantaba, esperar paciente a que todos le quisieran saludar y comentar entre risas lo ridículo de su pelea con la maestra, en el ring, o incluso por ayudarme a recoger el gimnasio después de que se fuera la gente, mientras me sonreía haciéndome alguna que otra broma.
Ahora además es el que abre el sofá para convertirlo en cama, mientras nos miramos de manera juguetona.
Al terminar, Hugo se queda de pie, a la espera de mi decisión final, mirándome con una sonrisa en sus labios mientras se mete las manos en los bolsillos del pantalón. Tan guapo, tan atractivo. Tan condenadamente sexi con ese esmoquin negro, que voy a marearme de un momento a otro. Y su mirada intensa, que encima me desnuda lentamente, no apacigua a mis hormonas ni mucho menos.
—¿Qué?
—Estás preciosa.
—No hace falta que me conquistes, Casanova, me acostaré contigo de todas maneras —digo también riendo.
Más serio de lo que se podría esperar, se me acerca cuando aún cierro la puerta. Me coge de la cintura y se pega a mi cuerpo, dejándome caer en ella. Emito un suspiro de impaciencia por un beso suyo, uno que ya sé que me volverá loca por ser el preliminar de muchos otros.
Pero no me lo da, pasa sus dedos por mi cara con ternura. Cierro los ojos mientras sonrío y le devuelvo la caricia inclinando la cabeza, buscando lo delicado de su roce.
—Esto no es mi conquista, Paola, es mi derrota ante ti.
Y claro está, me quedo alucinada con su declaración. Abro los ojos para verlo, ahora sonriendo.
¡Valiente estratega que ha sabido cómo ganarme! Si esa es su frase estrella del manual para casonovas desesperados, conmigo ha funcionado a la perfección para hacerme derretir.
La dichosa frasecita está a punto de abrir el grifo que tengo en los ojos, últimamente, pero puedo contenerlo con un leve parpadeo.
—No sé si me gustaría ganarte en esto, Hugo.
—¿Por qué no?
—Porque la que puede salir perdiendo soy yo, cuando ya no haya remedio.
Hugo se arrodilla en el suelo y me abraza por la cintura para besar mi vientre. ¡Ay, madre, que me va a hacer llorar de verdad!
Llevo la mano a su pelo y le deshago el fijador del peinado con una caricia, para bajarla después por su mejilla. Eleva su rostro y expone así su boca, donde acabo por tocar, con el pulgar, la herida de su labio. En agradecimiento por el consuelo recibido, Hugo me besa el dedo.
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A golpes contigo
RomanceDe un lado del cuadrilátero, Hugo Serra, 34 años, abogado de profesión y tan sexi que acabarás por rendirte ante él. No cree en el amor y considera que el sexo es un intercambio de favores, por eso él ofrece su tiempo, su cuerpo y sus caricias a un...