Capítulo 4

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La ciencia del amor es desconocida, demasiado incierta para que sea algo posible de estudiar. Solo conocemos que es un emoción producido por hormonas y neurotransmisores que nos hacen sentir todos esos sentimientos, aquellos que vemos como estúpido en otros, pero bonitos en nosotros. Hipocresía en su máxima expresión. El cerebro es el principal culpable de todos sus químicos, nos hace ver drogados, por ende con un juicio nulo.

Pero aún así no somos capaces de describirlo, es algo tan sencillo y complejo al mismo tiempo.

Diana y Tendou se llevaban viendo una semana seguida, todos los días habían mensajes de: "¿puedes salir un rato?, ¿quieres ir por el parque?, sería divertido ir  practicar contigo", esos pequeños textos que por más simples que se viesen, hacían al corazón acelerar. Eso es lo bonito de ser adolescente y enamorarse, cumplir todas aquellas fantasías que parecían de película, sentir esas mariposillas en el estómago, algo lindo para algunos como repudiable para otros.

Cada que Diana debía volver este le acompañaba hasta la puerta de su hospedaje. Liz siempre la esperaba despierta, tanto porque se preocupaba y quería escuchar a su amiga sobre todo lo que sucedía. Por más que sea lo mismo, escuchaba con atención, ya que su amiga era feliz y eso era lo que más le importaba.

***

—¿Te has puesto a pensar en lo que quieres ser de grande?

—Me gusta hacer todo lo que tenga que ver con chocolate... Ya averiguaré luego. ¿Qué hay de ti?

—Creí que te dedicarías al voley...

Tendo dejó de ver al cielo y llevó su mirada al rostro de la chica, quien seguía viendo el firmamento. Esa noche en el parque algo había cambiado para ambos, ya pasó un mes desde que se conocieron. Pero ambos eran incapaces de dar el siguiente paso. Que él haya visto en ella cierto interés por su futuro le hacía pensar que había la posibilidad de un interés a largo plazo y no solo de una temporada. Rodeó con su brazo izquierdo el hombro de la joven, apegándose.

—Aunque parezca que el voley lo es todo para mí... No es cierto. Me gusta, no te lo voy a negar, solo que siento que podría dedicarme a algo más.

—Entiendo a qué te refieres. A veces no todo es para siempre, lo sé muy bien.

Apoyó su cabeza en el hombro del chico.

—¿Y tú? Creo que evitaste mi pregunta, pero nada se me escapa.

—No, no. Bueno, me gusta cocinar, así que podría dedicarme a la gastronomía. Aunque aún no es seguro.

—Me gusta la idea. Si en caso llegases a hacerlo, podrías decirme y nos asociamosnpara hacer una mini empresa de comidas y dulces— dijo con entusiamos—. Soy todo un genio.

Ambos se miraron por un momento y rieron por aquel comentario.

Era algo tan incierto todavía. Habían unos seis años de diferencia en lo que lograban graduarse cada uno. Nunca está demás ser ambicioso y ver mucho más allá del tiempo posible, si no lo hiciera... ¿qué sentido tendría dar cada paso? Caminar sin rumbo es una pérdida de tiempo, encima que llevaría a la perdición por no tener una meta clara hacia donde ir. Pero se debe ser lo más realista posible al hacerlo.

—¿Crees que podremos lograrlo? —Recibió una mirada confusa—. Es decir, no me malinterpretes, pero yo no voy a estar aquí para siempre y tú no vas a abandonar todo lo que tienes por estar con tu futura socia. Piénsalo, no es cosa...

Tendo interrumpió, de inmediato con ambas manos tomó el rostro de la chica y juntó sus miradas.

—Escúchame. Nada es imposible. Soy consciente de que suena a una locura, pero quiero estar contigo. No importa el tiempo que nos llevamos conociendo porque para mí es como si te conociera de toda la vida. Si tengo que ir tras de ti, lo haré.

—Yo... no sé, lo veo bastante extremo —dijo mientras llevaba sus manos a las del joven—. Pero quizás podríamos intentarlo.

—Diana, me gustas... Es una locura, lo sé, pero así es.

—Todo es una locura. Y también me gustas, Tendo, no importa el tiempo, así es.

Sin haber movido sus manos, Tendo acercó sus rostros, chocando primero sus narices y dar sus últimos respiros antes de unir sus labios en un corto beso. Iluminado por la poca luz del farol y de la luna, cómplice del momento. Diana contrajo el abdomen, sintiendo un poco de cosquilleo en el momento, llevó sus manos alrededor del cuello del joven para apegarse un poco más, sentía el recorrido de algún tipo de energía eléctrica por todo su cuerpo. Era una imagen de película, sin duda. La gente, la bulla, los carros, todo había pasado a un segundo plano.

Luego de un momento se separaron, no tanto por la falta de aire, más por la explosión de emociones que estaban sintiendo y parecía incontrolable.

—Entonces... —dijo jugando con las manos del pelirrojo—. No, mejor lo pregunto de una vez y así bonito. —Recibió la mirada confundida del otro. Inhaló profundamente y volvió la vista hacia aquellos ojos rojos intensos, pero llenos de ternura—. Como ya sabes, me gustas mucho, nos llevamos conociendo un poco más de una semana. Sin importar todo el tiempo, es un sentimiento mutuo, por eso quiero preguntarte... ¿Te gustaría ser mi novio?

—Claro que sí, bonita —respondió sin dudar. Al igual que tomar nuevamente su rostro con ambas manos y llenar de besos por todo el rostro de la joven—. Esto sonará muy cursi, pero es que esto me hace muy feliz, tú también, todo esto me hace muy, muy, muy feliz.

—Y tú a mí. Siento la necesidad de expresar todo lo que siento, pero las palabras son muy vagas.

—Lo sé, pero el cuerpo habla por sí solo. Ya me basta con eso.

Siguió dejando besos por todo el rostro de la fémina. Mientras que ella solo reía. Dos adolescentes siendo adolescentes.

Este podría ser considerado como una droga, nada nos asegura que el amor nos deje tomar buenas decisiones y mucho menos en esta edad en donde todo nos maravilla por ser nuevo.

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Dulce encuentro || Tendou Satori x (Fem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora