Capitulo 11

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Los ruidos de los insecto y búhos impregnaban la oscuridad de la noche, uno que otro vistazo al reloj, una mirada al retrovisor, las gotas de sudor escurriendo por mi barbilla, los ojos clavados ala gran masa de oscuridad de donde el vendrá, todo eso era lo que se podía sentir en aquella noche con la abrumadora sensación a muerte que te avisa con antelación que solo uno saldrá con vida esta noche. Eran exactamente las 12:05 cuando el rugido de un motor se hizo presente, no pude saber con exactitud el modelo del auto, todo estaba oscuro y no prendió sus luces en ningún momento, todavía escondido en el auto por el retrovisor pude seguir sus movimientos, la figura de un hombre no tan alto ni tan bajo con una estatura promedio,  vestido con unos pantalones vaqueros, camisa blanca y saco negro. Antes de cerrar la puerta de su coche, pude observar como agarraba una pistola Glock 17 la cual escondió cuidadosamente en su cintura debajo del saco, al cerrar el carro estuvo parado alrededor de un minuto observando los alrededores, buscando alguna trampa o algo que frustrara su asesinato esta noche, a no encontrar nada se acercó a paso lento pero a la vez firme directo a la puerta trasera del sótano, al mismo tiempo me preparaba para invitarlo a pasar, agarre mi teléfono junto con el cuchillo de 8cm el cual escondí en mi cintura, «esperaba no recurrir a él» —pensé—. Al momento que el Carnicero toco la puerta espere unos segundos para responder, Cuando iba a tocar por segunda vez el ruido de la grabación reproducirse lo hizo parar, por el mismo retrovisor con el que seguí todos sus pasos pude ver como la primera fase fue completada con éxito. 

Rápidamente baje del coche y corrí directo a aquella puerta que permanecía todavía abierta, al estar afuera... Pude verlo, pude ver como era la persona que aterrorizo a todo Brooklyn, aquellos ojos que en varias ocasiones mi madre me decía que era la ventana al alma, en esta ocasión, si me preguntara que era lo que veía en aquellos ojos, podría contestar con felicidad que en aquellos ojos pude ver la entrada al infierno. Sin dejarle tiempo de pensar cerré la puerta de golpe, el sonido del choqué se propago por los alrededores, alertando algunos perros callejeros que estaban por ahí, al estar completamente cerrada la puerta y poner el seguro para que no la pudiera abrir por dentro, los golpes y gritos del carnicero no se hicieron esperar, ignorándolo por el momento, busque por los alrededores las cosas pesadas que había escondido hace algunos momentos atrás, al estar apilados todos y asegurarme de que estén obstruyendo la salida agarre la tuerca que abriría y daría paso al gas toxico que había fabricado, al momento de abrir la manguera de acceso los golpes y gritos cesaron, en su lugar fuertes bocanadas de aire y tos seca impregnaron todo el silencio que se había generado. Al pasar los segundos, el silencio gobernó todo el lugar, lo único que se podría escuchar era el aire golpeando mi rostro junto con algunas hojas en el piso, los insectos produciendo la estridulación, todo eso era lo único que se podía escuchar en aquel callejón oscuro, el silencio que había gobernado el callejón fue impregnado por fuertes golpes, golpes desesperados, gritos de agonía pidiendo ayuda, una que otra amenaza, antes de que pudiera continuar con su aluvión de maldiciones, hice que mi voz se hiciera presenté, apagando todos los ruidos y gritos que había generado.

—Jaque maté, Frederick... ¿Oh Debería llamarte, El Carnicero De Brooklyn? —. La sola mención de su nombre real y su tan aclamado apodo que se había ganado, lo hiso titubear.

—No sé de qué estás hablando, Soy Alessandro Costa, el oficial Mr. Costa, ¿tu eres Leonardo Smith, no? ¿Por que carajos me tienes encerrado? ¿Y que demonios es este gas? Abre la puerta de una maldita vez, si la abres te prometo que no presentare cargos por dañar a un oficial —. Los intentos mediocres de convencerme de que había cometido un error, fueron realmente patéticos, si su victima fuera alguien más, tal vez una pobre anciana, o alguien que no sepa nada sobre el, tal vez y solo tal vez, esa persona si hubiera caído en su farsa.

—¿Cuándo vas a dejar de mentir? —Pregunté con claro sarcasmo—, se todo sobre ti, lo único que la policía de Brooklyn supo de ti fue tu primer nombre, Frederick... Te hiciste famoso por tus asesinatos que para ti eran obras para tu señor, en varias ocasiones asesinaste a personas y escribiste oraciones en la pared con la misma sangre de tus víctimas, te hiciste llamar el profeta, te hiciste la falsa creencia de que eras un soldado de tu señor para curar este mundo de sus pecados, la gente te dio varios apodos, El Carnicero De Brooklyn, El Mecías Nocturno, hasta te comparaban con el famoso Jack El Destripador, aunque para mi, solo fuiste un prototipo mediocre de lo que él fue capaz.— «Los asesinos en serie suelen ser despiadados, fríos, calculadores, pero si buscamos una debilidad que todos los asesinos compartan, esa debilidad es su orgullo o ego, si los desprecias y humillados con asesinos de antiguas épocas, los tendrás en tus manos ya que no soportan la idea de que haiga alguien mejor que ellos» —pensé, esperando una respuesta inmediata, la cual no espere demasiado.

Los Demonios De Conway © ✔  (COMPLETA ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora