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Horas, horas y más horas y todo el trabajo no cesa.

Ya limpié todos los calderos y tengo las dos manos adoloridas.
Limpié el piso con un cepillo y agua con jabón que encontré en un cubeta por una esquina del salón, y restregué tanto que puedes ver tu maldito reflejo como si fuera un espejo en él. Merlín, puedes hasta lamerlo si te da la gana de tan limpio que está! Limpié por completo las quince mesas del salón y terminé de reorganizar el almacén, o lo que sea de los ingredientes que Snape me mandó a limpiar.

Tengo hambre, sed, calor, cansancio; y unas ganas de agarrar a ese murciélago por las greñas y darle contra el filo del escritorio que no tienen ni idea.
Desde que se fue y me puse a trabajar, no se ha asomado ni por la gracia de dios, y estoy más que complacida por ello... Pero nisiquiera ha salido a verificar si estoy haciendo el trabajo correctamente, o si apenas lo estoy haciendo.

- Espero que mis uñas se te queden marcadas en esas muñecas para siempre, desgraciado.

Tomé mis cosas y cuando abrí la puerta para por fin largarme de aquella maldita oficina: PUFF.

Que otra puerta se abre.

- A donde con tanta prisa? Apenas son...

Miró la pared y se rió.

-Las doce. ¿Ya te vas? Que no te había dicho que estarías aquí toda la noche?

-Es usted un cínico. ¿Qué espera? Que duerma en el piso, o qué?

-Cuida ese tonito.

-O qué? Ya hice todo lo que me mandó a hacer. Limpié sus calderos, las mesas, recogí toda la alacena; e incluso restregué DOS VECES el suelo. Y le digo, que se va a meter en un grave lío cuando Madame Pomfrey vea que me quemé ambas manos con agua hirviendo mientras limpiaba los mugrosos calderos. Estoy exhausta, y no estoy para más de sus juegos, profesor Snape. Asi que si me disculpa; me retiro, buenas noches.

Tomé de vuelta la manigueta cuando la puerta se volvió a cerrar en mis narices.

Por supuesto que no va a dejar que me vaya.

Bipolar de mierda.

-Abra la maldita puerta.

-Número uno, no me ordenes, que eso no te va a llevar a ningún lado. Número dos, no engrasaste mis zapatos; por lo tanto no has terminado tu trabajo, y número tres, ven aquí que quiero examinar esas quemaduras por las que tanto peleas.

Engrasar tus zapatos?

-Nimiri ini, no voy a engrasar tus malditos zapatos, Snape; no soy tu sirvienta.

-Te quieres ir? No tienes remedio.

Se sentó en su silla y trepó sus pies sobre el escritorio, uno encima del otro.

-No te había dicho que vinieras aquí? Merlín, niña. Que desobediente que eres, en tu casa no te daban nalgadas por tus insolencias? Yo en mi caso... Lo habría hecho y con un gusto que ni te imaginas.

Viejo enfermo. Por eso estás solo.

-Estoy considerando el hecho de que sí duermas en el piso... se ve limpio, o almenos lo suficientemente decente como para que alguien como tú duerma sobre él.

-Alguien como yo? Quién te crées?

Bajé mis cosas sobre una mesa y me arrimé a su escritorio.

-Que quién me creo? -sonrió, agarrando una copa que estaba sobre el escritorio y virtiendo su contenido contra el suelo- Tu superior. Anda, busca tu trapito y límpialo.

Respira, T/n... Solo quiere verte enojada, no le des el gusto; tú puedes contra él y sus provocaciones.

-Mis zapatos siguen esperando la grasaaa

No descansaré hasta que me odies.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora