Capítulo 6 "La recuperación"

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    La noche caía sobre Gotham para dejar la sombra del crimen a su paso. Desde los pies de La Sala Iceberg, El Espantapájaros esperaba el momento perfecto para pegar su próximo golpe.
Él era un hombre reservado y paciente. Tanto que incluso era capaz de comenzar una operación completamente solo y sin necesidad de ir armado con absolutamente nada. Tenía muy claro sus objetivos y burlaba con facilidad cualquier medio de seguridad. Además, poseía un gran poder de persuasión y espantaba a todo pájaro que lo mereciera.

    Arropado por una simple chaqueta blanca, EL Espantapájaros se dispuso a mantenerse en la cola, la cual lo llevaba con cautela hacia la entrada. Los guardias iban chequeando cada persona que pasaba, requisando todo lo que podría resultar ser peligroso para el correcto orden de la fiesta. Es por ello que por la seguridad que había, estaba claro que el anfitrión se encontraba dentro del local.
Con las manos metidas en los bolsillos, el estraño osó mirar a los matones trajeados de pingüino. Mas estos últimos no pudieron reconocerlo. Esta vez El Espantapájaros iba al descubierto, sin máscara alguna que pudiera tapar su singular rostro. Aquel día sería otro muchacho más entrando a un antro repleto de chanchullos y crímenes que no salían nunca a la luz.
Los matones lo examinaron y lo dejaron pasar al interior. Callado, caminó despacio entre la multitud, observando aquella estatua del enorme pingüino que le encantaba tener a Oswald en medio de la gigantesca habitación. Además, el horrible sonido de la música alta y el olor a sudor inundó sus sentidos para desarrollar un atisbo de repugnancia hacia el lugar. Los jóvenes de alrededor se movían impacientes hacia la barra para seguir bebiendo mientras otros vomitaban a causa del malestar y todos los secretos que circulaban entre sala y sala se mantenían ocultos a plena vista. Mientras tanto, El Pingüino se lucraba con las ventas.

    Entonces lo vio. El Espantapájaros había dado con el hombre que estaba provocando tanto terror entre los padres de los adolescentes de la ciudad, el responsable de tanta inmoralidad y libertinaje. Oswald Chesterfield se encontraba custodiado por varios de sus hombres y por una mujer. El Espantapájaros la conocía, pues ya la había visto antes en la morada del Pingüino. Sí, él también estuvo entre todos aquellos que hicieron de tripas corazón en la propia casa de Oswald para conocer al famoso Pingüino.

    Asi que, teniéndolo todo perfectamente controlado, El Espantapájaros comenzó su operación.
Tranquilo, se dispuso a entrar en los cuartos de baño en donde se encerró para darse la vuelta la chaqueta. Dicha remera tenía doble cara y ahora era completamente negra. Cogía las gafas que llevaba en uno de los bolsillos de esta y salió del cuarto para mirarse al espejo mientras se ponía las lentes. Lo cierto es que daba el pego y podría pasar desapercibido entre los propios matones del Pingüino.

    Dejando atrás las miradas de muchas mujeres anonadadas por su aspecto, el extraño acabó siguiendo con lo planeado y siempre sin quitar la vista de donde se encontraba su objetivo

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    Dejando atrás las miradas de muchas mujeres anonadadas por su aspecto, el extraño acabó siguiendo con lo planeado y siempre sin quitar la vista de donde se encontraba su objetivo. Pero si Dinah seguía protegiendo a Oswald sería bastante arriesgado acercarse a él. Por esa razón, EL Espantapájaros optó por tomar un atajo que lo ayudaría a tener una conversación lo suficientemente sencilla con él para que entendiera bien el mensaje que le quería hacer llegar.
Llevando su mirada hacia las puertas de una de las habitaciones que se encontraban en el primer piso del local, el extraño observó a dos matones plantados ante ellas, como si las estuvieran defendiendo o salvaguardando lo que hubiese dentro. Aunque él sabía perfectamente a quién protegían.

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