4- Los gatos blancos dan mala suerte.

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—¿A ti no te enseñaron que los gatos negros son un peligro para la mala suerte?

—Toda mi vida es mala suerte y tú eres blanco. ¿Estás intentando que me aleje?—le miré arqueando la ceja.

—Eres estúpido niño—dijo un tanto cabreado.

—Seré todo lo estúpido que tú creas. Pero devuelve lo que has quitado—abrí mi mano hacia él y le miré cabreado.

—¿Por qué te empeñas en quitarme algo que no es tuyo?—rió—¿que tan ciego crees que estoy?

—¿Por qué te empeñas en robar algo que no es tuyo?—le rebatí. 

El chico me miró, sintiéndose humillado.

—¿Acaso no sabes solucionar un problema que acabas de formar?—me acerqué a él.

El silencio reinaba alrededor de él. Al intentar dar otro paso hacia él, empezó a correr hacia atrás, el callejón sin salida no era ningún obstáculo para él.

Subió al techo de la casa cual terminaba el callejón, y se escapó.

suspiré.

[...]

Volví a donde estaba el hombre de cabello rojo brillante. Quien con gran concentración leía un libro entre sus manos, de cubierta azul cobalto, con detalles en dorado; entré a la biblioteca con una expresión de decepción, suspire y me acerqué a él.

—Señor...—hablé con tono bajo, tenía la necesidad que hacer una pregunta, lo notaba demasiado concentrado; me pregunté varias veces sobre si me había escuchado, esperaba que me respondiera.

—Lagork—respondió antes de que pudiera hacer una pregunta.

—¿Eh? ¿q-qué?—Tartamudeé, nervioso por la pregunta—¿Lagork?

—¿Has visto un humano?—Rió.

—¿Tu nombre es Lagork?—volví a decir tras de él.

—Exacto ¿Encontraste el gato que dije?

—Si sobre eso, lo encontré—hice una pausa—pero no conseguí nada.

—¿De verdad piensas que quería a el gato?—rió.

—¿No lo buscabas a él? ¿a quién buscabas entonces?

—¿Por qué buscaría a ese gato? Quiero el libro que me robó.

En ese momento mi rostro cambió a alguien con cara decepcionada, como si me hubieran hecho un chiste terriblemente malo, como esos que cuenta Gatix, aunque es verdad que siempre termino riéndome de ellos, por lo malos que son.

—¿A qué libro te refieres?—pregunté, volviendo al tema de conversación.

—El corazón de rosas.

Quería decir algo, soy muy buen lector, se de cada uno de los libros que la gente pueda gustar y los que no tanto creía conocer el título pero, dudo conocer nada que provenga de este lugar.

—Podría saber ¿De qué trata esa historia?

—Siéntate y hablemos, esto es bastante largo.

Seguí sus palabras y simplemente me senté en una de las sillas de madera con aspecto muy extraño, parece como si simplemente, las ramas de un árbol se hubieran juntado para hacer la silla sin necesidad de talar nada.

—Y bueno...—me corté al hablar.

—Lagork—respondió él.

—Oh, si claro—seguí sin poder aclarar aquello.

—El libro que aquel estúpido gato se llevó, trataba de una enfermedad.

—¿Crees que él tenga esa enfermedad?—observé a sus otros brazos mientras agarraban una vela para encenderla, ya estaba anocheciendo y la biblioteca tenía luces muy suaves.

—¿Él? Esa enfermedad trata sobre el amor y ese chico dudo que tenga un corazón siquiera.

Encendió la vela con sus dedos, como por arte de magia o eso me pareció.

—¿Por qué no lo tendría?—dudé por aquella afirmación.

—Ese gato es un ladrón desalmado, nunca le importó la forma en la que tuviera que robar por algo, pero nunca por alguien, nunca he visto a ese hombre tener la mínima empatía por alguien en este sitio, a sido horrible, pero tristemente los guardias del pueblo nunca lo arrestan, es muy astuto y inteligente.

—¿Cómo saben entonces que roba?

—Él se deja ver fácilmente, lo hace sin más, no tiene miedo a nadie—se peinó.

Escuchar aquello era como un niño escuchando a su abuela contar alguna anécdota de su pasado.

Después de un rato de silencio, invadido por el tenue sonido de la llama de la vela, me limité a preguntar.

—¿De qué se trata esa enfermedad?—puse los brazos cruzados sobre la mesa.

—Los pétalos del corazón, es una enfermedad que muchos creímos que era falsa por un cuento japonés.

Me limité a escuchar.

—Cuando una persona contrae un amor no correspondido—se paró a suspirar y siguió hablando—la persona simplemente empieza a vomitar pétalos de una rosa.

—¿Qué?—me sorprendí—¿eso tiene alguna cura?

—Nadie lo sabe, simplemente, esperamos que exista, hay gente que la tiene en este lugar y ese libro me ayuda al menos a poder saber qué hacer cuando alguien tiene algún que otro ataque—dijo preocupado.

El silencio nos acompañó a los dos, ya era tarde, supongo que a esta hora yo estaría en mi cama mirando el techo, pensando alguna historia que pudiera vivir en mi cabeza toda la noche. En este caso la historia me ha adelantado a mi.

Ahora mismo siento que vivo en un libro abierto a alguien, alguien que no deja la tinta secarse ni un momento, no sé dónde me he metido pero echo de menos a mis amigos.

Espero que estén bien.

Buscaré a ese gato.

Me ha contagiado una mala suerte, lo sé.

Aunque ese no sea un gato negro

Yo tampoco soy un chico adulto para pensar tanto sobre esto.

Quizás simplemente, no debemos ser algo exacto para conseguir lo que nos hace falta.

—Yo seré el que encuentre ese libro. Voy a ayudar esta vez de verdad—me levanté y puse las manos sobre la mesa.

—Me alegra escuchar eso, adelante valiente humano—me sonrió, y se levantó conmigo.


¿Te ves en el espejo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora