11- La gata DE Violeta.

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Mientras miraba a los ojos de quien ahora tenía una hoja de plata en sus manos, y la otra mano se encontraba en mi mejilla,

—Si estás tan desesperado por matarme ¿Por qué aún sigo vivo?—Le mire a los ojos, ahora ya que no tenía ningún punto de vista, ni interesante, ni visible.

—Divertido a mi parecer hacerte vivir desesperación.

—Oh vaya, que te faltaba...¿Bailar conmigo mientras intentas clavarme la hoja del cuchillo?—Sonreí, no sentía tenerle ningún miedo.

—Eso sería una bella muerte trágica.

—Así es como tu la intentas llamar—Agarre su mano cual no agarraba nada, y la entrelace con la mía—¿Es lo suficiente molesto para ti?

—¡Al piano Violeta!—Gritó, y seguido me volvió a mirar—¿Puedo saber algo?

Una chica, con unas preciosas orejas de gato, y una cola al igual, salieron desde las sombras.

—¿Y cómo crees que es la vida después de la muerte?—Sonrió.

—Supongo que, algo parecido a este lugar.

—¿Crees que el destino se parece a un lugar lleno de monstruos?

—Nunca dijiste si era el cielo o el infierno—Le miré con un rostro que demostraba victoria para mí.

Y así fue como empezamos a bailar, dudo que alguno de los dos siguiéramos un ritmo predeterminado después de todo, me preguntó qué será lo raro de ver en este lugar. ¿Lo normal es lo raro? Quizás lo raro es ser bueno...

Y así fue como sentía el frío de la hoja del cuchillo y la tensión, de su mano presionando cada vez más.

—¡Ugh!—golpeo teclas aleatorias del piano, haciendo que sonara un estruendo—por dios, ¿¡Puedes matarlo ya!?, Esto parece una película chorra de amor—Se quejó la pianista.

—Vamos Nari. No puedes ser así de impaciente—Me soltó, y se acercó a ella.

El sonido del cuchillo golpeando el suelo no cambió la escena de humor.

Con cara cansada, la chica de pelo castaño con alguna que otra mecha morada, unas ropas las cuales eran una preciosa camisa blanca acompañada de un chaleco morado y una falda de un tono morado mucho más oscuro, cerraba sus ojos violetas.

—Oh sí perdone jefe, como usted es el más paciente aquí—Dijo en tono burlón—Solo matelo ya, lo único que necesitamos es su corazón.

Intentando correr tras mis pasos; Gatix agarró mi muñeca.

—¿¡Y por qué no lo haces tú si tan fácil te parece!?

La Gata, tranquila sacó sus garras y raspó mi cuello.

empecé a sentir la respiración pesada.

Pero rápidamente Gatix me agarro estresado.

—¿Que cree que hace?—Miró dudosa la gata de violeta.

—No puedes matarlo aún—Seguido esas palabras, me desmayé, y no logré escuchar nada más.

Un suspiro.

Relájate...

...

Que frío...

Que frío hace en el infierno.

[...]

Huele a lavanda.

¿Te ves en el espejo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora