seven

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—¿Por qué dejaste plantado a Rodrigo?— interrogó Germán a Iván, quien observaba fijamente su rostro sumamente molesto.

Tragó saliva. «Ya morí» pensó.

—Eh...— no sabía qué decir, ¿la verdad? Podría ser, pero no quería quedar peor, admitir que había preferido irse detrás de una fémina antes que con Rodrigo era car muy bajo.

Aunque bueno, ya había caído bajísimo al hacer eso.

—Tuve algunos problemas.

—No te creo, Iván. Sé cómo eres, ¡Rodrigo estuvo llorando y sintiéndose deprimido todo el fin de semana! Ahora sus ojeras están peores y casi se desmaya ésta mañana por no comer— escupió con recelo.

—Lo... Lo siento.

El semblante enojado de Germán se intensificó e Iván vió el puño del chico acercarse violentamente a su rostro. Apretó sus párpados con fuerza y se encogió en su sitio, esperando un golpe que nunca llegó.

Cuando el color negro fue reemplazado con la imagen que estaba frente a sus ojos, pudo darse cuenta de la situación; Rodrigo sostenía el brazo de Germán que se mantenía a corta distancia de su rostro. —Cálmate, Ger— la voz del petiso se hizo resonar e Iván por inercia esbozó una sonrisa diminuta.

—Déjame hablar con él, por favor— pidió Rodrigo.

Germán entre miradas filosas al pelinegro se retiró del sitio. Cuando finalmente se alejó lo suficiente, el ambiente silencioso se presentó e Iván se sintió algo incómodo y apenado, no sabiendo qué decir o hacer frente a esa situación.

Carraspeó su garganta y se atrevió a mirar a los ojos verdosos y profundos de Rodrigo, quien, sorpresivamente, ya se encontraba observándole con detenimiento, casi como si analizara su alma. —Quería... Disculparme por lo del sábado, fui un estúpido, lo sé— suspiró, —entiendo que estés enojado y quieras dejar de pretenderme, es totalmente comprensible y válido. Pero si me das una oportunidad te permites perdonarme, entonces te lo compensaré.

No supo de dónde sacó esas palabras, simplemente salieron de la nada, aún así se sintió satisfecho. Rodrigo asintió lentamente, Iván le observó con más detenimiento, y confirmó que las ojeras características del castaño se habían intensificado bastante, sintió un molesto dolor en el pecho; culpa, Ezequiel se veía demacrado y eso era gracias a la estupidez de Iván, porque el oji-verde fue quien sufrió las consecuencias de su poca responsabilidad afectiva.

—No lo sé, Iván, tengo que pensarlo.
El mencionado experimentó un sentimiento que hizo que su corazón se encogiera aún más, y ésta vez no era culpa. ¿Tristeza? Lo más probable. «Iván...» repitió en su cabeza.

—No me llamaste Ivi...— su mirada decayó y se fijó en el suelo, jugando muy desanimadamente con sus dedos temblorosos.

—Ah, bueno... Creí que te molestaba.

El azabache se quedó en silencio por un mínimo lapso de tiempo, Rodrigo, bastante incómodo por la falta de ruido, se dedicó a buscar algo en su mochila de cuadros negros y blancos. —Te... Te traje algo, no es mucho, pero no puede faltar— soltó una pequeña risita.

Le entregó una caja negra, ésta vez no tenía decoración alguna, Iván supuso que no había querido decorarla por una razón que desconocía. —Ah, la caja es muy simple porque no tuve tiempo, lo siento, la próxima ve-

—Eres muy considerado— interrumpió, sus ojos llorosos sorprendieron a Rodrigo, quien le obsequió una mirada llena de duda y tristeza. —No te conviene hacer esto, Rodrigo... Vas a salir lastimado.

—¿Por qué?

Esa pregunta tomó por sorpresa a Iván. ¿Por qué?

—Porque no me gustas.

—Tus ojos dicen lo contrario.
Rodrigo dejó la caja a un lado y se atrevió a tomar entre sus manos el rostro ajeno, de una manera tan delicada que apaciguó la mente frustrada y triste del pelinegro. —Tus ojos cambiaron... Ahora me miran de forma diferente. Eso indica que tu visión sobre mí ha cambiado.

Iván sonrió, sólo un poco, pero eso bastó para que Carrera quisiera besarlo por horas y horas hasta morir por falta de oxígeno.

—Me conoces bien, al parecer— Iván dejó por unos momentos más que las palmas cálidas del contrario tuvieran contacto con sus mejillas. Algo dudoso, posicionó sus brazos alrededor de su cintura y lo atrajo contra él, en un pequeño abrazó que provocó una gran aceleración en el ritmo cardíaco del petiso.

Sin articular palabra alguna ni cuestionarse a sí mismo el porqué de su repentina acción, correspondió al abrazo y rodeó su cuello con sus brazos cubiertos por la tela de su suéter. Con los párpados cerrados, disfrutó del aroma varonil que desprendía la piel desnuda del cuello contrario, suspiró contra su clavícula y sintió todo su cuerpo retorcerse ante su aliento.

Rió un poco, sin embargo, no dijo nada. Simplemente disfrutó de la sensación envolvente que le causaba ese abrazo; el primer abrazo que le daba Iván, el primer contacto 'íntimo' que tenían los dos, algo tan maravilloso e inesperado que derretía su alma, sentía que en cualquier momento caería rendido entre sus brazos.

El abrazo pareció durar una eternidad, aunque sólo duró unos minutos, para ambos duró una eternidad, y aún así estaban insatisfechos, querían estar más tiempo juntos, cuerpo a cuerpo, sintiendo la calidez contraria y los latidos resonantes en el pecho de cada uno. Finalmente, tuvieron que separarse, más que nada por la vergüenza de abrazarse en un lugar público.

—Nos vemos luego— se despidió el castaño, agarrando su mochila y retirándose casi corriendo, no sin antes despedirse con los movimientos suaves de su palma.

Iván suspiró y se sentó en la banca, junto a la caja azabache que Rodrigo le había regalado. La observó por algunos minutos, sumergiéndose en un mar de pensamientos que le hacían querer salir corriendo y simplemente olvidar todo. Estaba experimentando sensaciones que desconocía, y aquello le inquietaba de sobremanera. —¿Me gusta?

only two weeks.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora