only two weeks.

five

—Tranquilo, Carre, seguro tuvo un problema— intentó consolar María, mientras el mencionado era cubierto por los cálidos brazos de su amigo Germán.

—Quizás Mar tenga razón, ya no te preocupes, no creo que sea tan hijo de puta como para dejarte plantado así.

Rodrigo revisó la hora, con las lágrimas a flor de piel y cayendo sin parar de sus ojos color oliva.

Doce y treinta y cinco de la noche, Iván no había llegado, y la hora de reunión era a las cinco de la tarde.

Ya había perdido las esperanzas, aunque realmente, nunca las tuvo. Al principio sí, pero con lo que pasó el jueves, sus ánimos junto al pensamiento de que podría interesarle aunque sea un poco se esfumaron. —No le importo, seguro piensa que soy molesto.

El par no supo qué decir, y decidieron en silencio que lo mejor sería llevar al adolorido Rodrigo a su hogar, para que descansara y pudiera desahogarse como es debido.

Su cuerpo entero temblaba y la presión de su pecho le cortaba la respiración, al igual que ese nudo molesto que tenía en su garganta. Era un desastre, lo sabía, pero no le importaba, realmente le valía que ese montón de personas se le quedaran viendo como si estuviera loco.

¿En serio se había enamorado de un chico como él? Estaba decepcionado, lo admitía, jamás esperó que Iván fuese capaz de hacer algo tan despiadado como eso, sin siquiera mandarle mensaje alguno disculpándose.

Su labio inferior se abultó en un puchero y hundió más su rostro entre el cuello y el hombro del muchacho, aferrándose a su cuerpo como si quisieran separarle de él, aún algo avergonzado por mojar la camiseta del castaño.

Por suerte era oscura.

—Vamos a casa— habló con voz suave la fémina, recogiendo las cosas de Rodrigo que estaban esparcidas en la extensa banca y dándole una mirada que denotaba preocupación y, por supuesto, tristeza.

A Germán y a María les causaba un inmenso dolor ver a Rodrigo tan mal por alguien a quien, al parecer, no le importaba.

—Está bien... Gracias.