nine

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Después de eso, Iván se había alejado de Rodrigo, quien se mostraba totalmente confundido ante el extraño comportamiento del pelinegro.

Intentó entenderlo, pero no podía evitar que le doliera la repentina lejanía e indiferencia del menor. ¿Quizás se debía a aquella salida? ¿A los besos que se dieron? No había dejado de pensar en el porqué de su actitud, y había llegado a la vaga conclusión de que tenía algo que ver con la "cita" del martes.

Suspiró, ya era viernes. Sólo quedaba el fin de semana y el lunes para lograr que Iván pudiera abrirse a él, sino, tendría que dejarlo de lado para siempre.

Entró en el aula donde Juan dijo que se encontraba Raúl y sonrió ligeramente al verlo leyendo tranquilamente un libro, sentado en su escritorio en completa soledad. —Buenos días, Iv— Rodrigo se sentó en la silla de enfrente.

Sintió un nudo en su garganta. Iván ni siquiera se molestó en mirarlo.

—Buenos días, Rodrigo.

Hubo un pequeño silencio, Ezequiel no sabía qué decir y que el pelinegro lo ignorara hacía que sus ganas de llorar aumentaran aún más. —Quiero creer que sólo te estás tomando un tiempo para pensar— Rodrigo tragó la saliva que se acumuló en su boca, sintiéndose repentinamente pequeño cuando la mirada de Iván se fijó en él. —Es decir... Ordenar tus pensamientos, pensar en lo que sientes, quizás así pod-

—Quiero alejarme de ti para olvidar lo que siento.

Los labios del petiso se entreabieron ligeramente. Había quedado sin palabras.

—Si continúo contigo, voy a terminar lastimandote— siguió, —no soy alguien estable amorosamente. Cometiste un error al fijarte en mí.

Eso cayó como un gran avión sobre su cuerpo, dolió, y mucho.

—...¿Puedo darte un abrazo?— fue lo único que mencionó Carrera, Iván frunció el ceño con confusión, sin embargo, lo permitió.

Ambos se levantaron y Rodrigo se abalanzó hacia el cuerpo alto del contrario, hundiendo su rostro en su pecho mientras rodeaba su cintura con sus brazos. Sollozó al sentir los brazos ajenos posicionarse en sus hombros y apretarlos con algo de fuerza.

—Puedo soportarlo, por favor...

—No, Rodri— aguantó sus ganas de llorar, escuchar los jadeos de Rodrigo y sentir su camisa mojada por las lágrimas de este le lastimaba. Su corazón se achicó y se dió cuenta que, definitivamente, era un idiota. —No quiero que sufras más por mí, si seguimos juntos será peor.

—El lunes me voy— Iván esperó a que siguiera, —me voy a otra escuela. Por eso te pedí dos semanas... Realmente nunca esperé llegar tan lejos.

Su risa sonó amarga y eso terminó de romper su corazón. Lo separó un poco y sujetó sus mejillas, obligando a que lo observara.

Sus ojos estaban rojos por el llanto, sus mejillas igualmente se encontraban coloradas y su labio inferior temblaba, abultado en un puchero. De vez en cuando dejaba escapar gemidos a consecuencia de su lloriqueo. —¿Por qué no me dijiste?

—Nadie lo sabe. Pensé que no me prestarías atención y quería irme silenciosamente... Mi madre quiere que estudie en un colegio privado.

—No quiero que te vayas.

Rodrigo negó con su cabeza, cerrando sus ojos. —Yo tampoco, Iván, pero ya se acaba mi tiempo, y no logré hacerlo. No pude conquistarte.

—Sí lo hiciste— aquello sorprendió a Rodrigo.

Iván se acercó muy lentamente y besó con suma delicadeza los labios húmedos por las lágrimas del ojeroso, quien no dudó en corresponder aquella muestra de afecto, casi con desesperación. Se aferró al cuerpo del menor y disfrutó del sabor a chocolate que desprendían sus belfos.

El pelinegro acarició sus mejillas y se separó del beso. Rió al ver el ceño fruncido de Rodrigo, —quería besarte más tiempo.

No dijo nada y simplemente se dedicó a repartir besos por todo su rostro. La risa del petiso le enternecía y derretía su corazón.

—Te voy a extrañar— admitió cuando se separó.

Los ánimos de Rodrigo decayeron nuevamente.

—Yo igual. No te separes de mí, por favor.

—No lo haré, lindo— besó cortamente sus labios.

only two weeks.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora