M. M. introducción.

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MEMORIAS DE UN MIGRANTE
MARCO ANTONIO SALINAS

INTRODUCCIÓN
Asunción, como todos los mediodías de cualquier estación del año, hierve. Más en el pavimento, en un semáforo detenido en rojo. Policías cansinos, sudorosos, tratando de dirigir el tránsito, al azar, sin ciencia, adormilados, mientras digieren su ración de almuerzo de copetín.
Pongo la radio para distraerme. El paso de los minutos se diluye y parece que no voy a llegar a tiempo al encuentro familiar. Me desabrocho los botones superiores de la camisa que es certeza de la jornada laboral. Restriego los ojos con un bostezo simultáneo. Cambio de frecuencia, busco algo impreciso. Un limpiavidrios arremete con su equipo de limpieza forzada. En vano le hago un gesto negativo con el dedo. Ni mira, pero sabe que, seguramente por enésima vez en el día, es rechazado.
Después de tres minutos estancado, calculo que la espera se debe a un accidente a unos metros más adelante. Tal vez algún motociclista jugando a ser inmortal. Tal vez algún imprudente y un adelantamiento indebido. Como no escuché sirenas, mi sospecha desvanece. Solo queda esperar. Pronto la impaciencia general empieza a levantar la voz o, mejor dicho, las bocinas. Uno tras otro siguiendo al líder anónimo, lo más probable un hombre de mediana edad con un volcán en el pecho, y no me refiero a un tatuaje.
Pongo el volumen de la radio un poco más fuerte y empiezo a martillar con el dedo el botón del dial, reguetón, polca, una voz hablando de la muerte de un artista, balada, comerciales, más reguetón, otra voz hablando esta vez de un grupo de centroamericanos y su caravana penosa hacia el muro de Trump. Me detengo ahí. Literalmente, me detengo. Algo hace clic en mi mente. La respiración se me corta. Y sin querer vuelvo a los días de hace diecisiete años atrás, cuando a mí me tocó vivir una aventura similar. Sin caravanas, pero con las mismas ilusiones. Sin muros, pero con las mismas dificultades.
La memoria lo ocupa todo, lo abarca todo, borra el tiempo y reivindica el orden de las cosas. La memoria, compañera en la soledad, es el alimento de nuestro espíritu.
Me llamo Marco Antonio Salinas. Ese es mi nombre. Esta es mi historia. Una historia de la vida real basada en mis experiencias personales y colectivas.
En las siguientes páginas quiero hacer un breve relato de lo vivido y sufrido desde que tomé la decisión de migrar hacia los Estados Unidos de Norteamérica para darle a mi familia un mejor pasar, en un momento en que la migración a ese país estaba en su punto más álgido con relación a la tremenda cantidad de personas que buscaban una oportunidad para alcanzar las promesas que ofrecía la tierra de la libertad. Esta fue una de las razones por las que la actividad migratoria se volvió uno de los negocios más lucrativos para los cárteles mexicanos y un riesgo constante para los audaces migrantes.
Como protagonista de esta de esta historia fui deportado en tres ocasiones y en esta biografía se grafican esas desventuras, siendo lo más impactante del relato las situaciones extraordinarias que tuve que sortear para seguir con vida antes y durante mi cautiverio a manos de uno cárteles más peligrosos de tráfico de drogas y de personas: los Zetas. Gracias al ingenio nato, la templanza y sobre todo una gran vocación por la vida, seguí adelante sin importar los obstáculos que se atravesaron. La fe en mí mismo me mantuvo siempre caminando hacia adelante, y ese es el mensaje que quiero dejar con este relato: que, si nos empeñamos en conseguir algo y luchamos por eso, lo conseguimos.

Memorias de un migrante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora