It's time to run

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، ⌕ ' es hora de correr

Noviembre 9, 1979.

Habían pasado cuatro meses desde la desaparición de Bruce Yamada, desde que su hijo no había llegado a casa, el señor Yamada había pegado carteles todos los días por toda la ciudad con la foto de su hijo.

Tanto fue el alboroto que gran parte de la comunidad se había unido a la búsqueda, muchas personas colocaron los carteles de Bruce sobre los que habían puesto para Vance, después de todo, Bruce era más importante que el malandro del pueblo.

La policía había ido a la escuela en busca de Gwen Blake, al parecer, se habían enterado de los sueños de la niña donde Bruce era secuestrado, Gwen no hizo más que insultarlos, ¿enserio creían que ella había secuestrado a Bruce? Definitivamente eran unos polis de mierda.

Pero eso no había acabado ahí, la policía había llamado al trabajo del papá de los Blake, y el castigo que había recibido Gwen podía catalogarse como inhumano.

"Tus sueños son solo sueños " le había dicho el señor Blake a su hija, Gwen lloró hasta el cansancio ese día, y le prohibió ponerse hielo en las heridas, según él, tenía que recordar lo que hizo y reflexionar al respecto.

Blake al enterarse de la desaparición de su mejor amigo se negó a aceptarlo, eso podía pasarle a cualquier otra persona, menos a Bruce, Bruce era un chico increíble y no se merecía nada malo, Blake lo sabía más que nadie.

Blake sentía raro ahora, tenía un año sin saber nada de Avery, y ahora había perdido a su mejor amigo, más que raro, se sentía solo.

Blake le había implorado a su padre en varias ocasiones que entrara en el caso de los chicos desaparecidos, su padre siempre le daba la misma respuesta, debía pensarlo, después de todo no sabía que tan lejos llegaría con ese caso viendo la situación.

Era sábado por la tarde, Robin Arellano se encontraba en la casa rodante en la que vivía con su tío, después de que su padre se hubiera ido a la guerra en Vietnam y jamás volviera a casa, Robin había quedado bajo la custodia de su tío.

La tele de los Arellano comenzaba a fallar un poco, lo que le dificultaba a Robin ver la Masacre de Texas, por eso prefería ir al autocinema con su tío, era mil veces mejor que eso.

—Tengo hambre —Robin se levantó del viejo sofá y salió de la casa rodante encontrándose con su tío el cual se estaba fumando un cigarrillo —oye tío.

— ¿Qué sucede, Rob? —el hombre sonrió, de la nada empezó a toser, el humo del cigarro había pasado de largo por su garganta, Robin rió un poco, quería mucho a su tío.

—Iré a comprar unos dulces en la tienda, vuelvo en un rato —Robin acomodó su bandana, su tío asintió dándole permiso de que fuera.

—No hables con desconocidos Rob.

Robin se despidió de su tío y salió del parque de casas rodantes saludando a algunos vecinos en el camino.

Avery se encontraba en su casa, estaba encerrada en su habitación escribiendo una carta para su prima Gabe, hace algunos mesas que no hablaba con ella, quizás Gabe la ayudaría a aclarar su mente.

La carta de Avery le había ocupado dos hojas por delante y por detrás, realmente, la castaña tenía mucho por decir desde hace tiempo.

Avery miró la carta en sus manos, la releyó mil veces en busca de errores, Avery estaba insegura de enviarla, no sabía si debía contarle de su plan a Gabe.

Cuando por fin se decidió a enviar la carta, Avery se levantó de su cama y sal suelo cayó un papel algo viejo, la castaña se extrañó y se agachó a tomar el papel, su mirada se suavizó.

𝗿𝘂𝗱𝗲, the black phoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora