43. en el ataúd.

1.5K 199 118
                                    

El alfa de castaños cabellos sintió como si alguna que otra espada hubiera atravesado sus extremidades o tal vez las hubiera amputado con una pizca de anestesia y a la vez naturalmente. Podía oler el miedo de alguien, podía olerse así mismo perder la esencia decayente de quackity entre sus venas, pudo sentir como si tuviera una visión sin verla.

Estaba en la camioneta de la ambulancia cuando todo pasaba, parecía inerte a cualquier escándalo, las cámaras se habían aproximado, habían rastreado el teléfono celular de rubius quien ni siquiera se había percatado de aquello como para impedirlo.

Notaba a los oficiales tratar de abrir las puertas quebradizas, era la segunda vez que veía aquel estado deplorable de aquella casa, pero esta vez; le resultaba hermoso, sonrió como si hubiera esperanza, sonrió como si un dejá vu consumiera su garganta, vomitaría flores si hubiera algo en el cuerpo humano que lo permitiera y no fuera solo una creencia de algunos.

-ABRAN LA PUERTA- gritaban todos, las cámaras filmaban, algunos fotógrafos captaban a luzu con aquella chaqueta de cuero y un par de lentes redondos oscuros de color rojo y esa magnífica sonrisa de domingo. La puerta fue derrumbada, el silencio pecaminoso estaba temblando.

La gente ansiosa por saber, las radios policíacas ni siquiera se oían claramente y hablaban en código, y esa sonrisa; se desvaneció en luzu mucho antes que cualquier otra.

¿Cuando fue la primera vez que luzu vio a aquella casa en tales condiciones con el fuego prenderse?

(...) Flashback.

Era 2010, luzu corría por las calles tratando de seguir el señuelo de la policía y de los propios vecinos quienes se apresuraban a sacar los baldes de agua junto a las cámaras de sus celulares, un acto hipócrita del ser humano.

La casa de su mejor amigo estaba en llamas, quizás si se hubiera puesto a esperar a la multitud o siquiera a su novio detrás de su espalda no hubiera visto como rubius; un adolescente, un niño. Veía la escena putrefacto, su cara se veía morada y sólo se limitaba a ver cómo si fuera un día de campo a su padre quemarse vivo, se escuchaban los gritos.

-Rubius- de forma peligrosa luzu se acercaba con las ramas colgantes de los árboles, abrazó a rubius con tanta ternura que el alfa no pudo hacer más que corresponder de forma débil -Él ya no puede hacerme daño, ya no soy su niño perfecto.

Respondió bajo con los bomberos acercándose rápidamente para separarlos, el aire se sentía pesado, no tan sólo porque el fuego ardiente reinaba la situación, si no que la tensión escarbaba sus riñones, tomaba la mano del rubio sin soltarla.

En ese momento, era como ver el color de ojos de su amigo de otros tonos neones, aseguró que fue el mismo fuego quien se llevó a su rubius favorito.

(...)

Y esta vez, en la actualidad, era la última vez que vería al rubius que más odiaba vivir, los bomberos sacaron el cuerpo de un menor, el olor consumió sus fosas nasales, era su quackity. Sus pies se movieron solos una vez más, trotaba a la dirección de la camilla de la ambulancia quien se apresuraban a sacar el cuerpo del omega ensangrentado, podía oler la sangre a montones, de sus interiores, sentía como si un hilo que conectaba su corazón al suyo se había rápidamente cortado.

Quizás si la policía no hubiera interferido en su trote se hubiera lanzado a los brazos inertes del chiquillo de mechas negras -Quackity!- suplicaba, pero la multitud jadeante nunca ayudó.

Los oficiales hacían de todo para contener a luzu quien de forma violenta quería zafarse, quackity estaba conectado a oxígeno y podía ver cómo su pecho seguía moviéndose de forma agitante, era horrible, era horrible de ver, no tenía pantalones así que los encargados lo cubrieron con una manta del Hospital.

Y más tarde, sacaron el cuerpo del alfa, no quería verle pero aún así, vio sus muñecas cortadas y siendo trasladado, los dos con poca chance de respirar o seguir viviendo, no le importaba rubius, pero una parte de sí, le daba pena.

Pena porque pudo haber ayudado a rubius, pudo haberlo hecho cambiar, pudo haberlo llevado a un internado, pudo llevarlo a terapia, pudo haberlo hecho graduarse, pudo haber sido el mismo niño tonto sobreprotector de antes y no aquel que violó a la persona que más amaba, no aquel que hizo que su ex se alejara.

-¡Luzu, ya basta, te llevarán a la cárcel si sigues!- esa voz, era fargan, sujetó sus hombros que aparte de ser un agarre letal era un abrazo, un tierno abrazo lleno de pena, luzu calmó sus brazos tensando el paladar de su lengua correspondiendo al cariño, era raro que él, aceptara el contacto de sus amigos aparte del de quackity.

-Él estará bien, necesitamos ir al hospital- decía el mayor sujetando la espalda del castaño, aquel llenaba sus lágrimas en su rígido pecho, después de todo, estos dos; estaban apunto de perder a lo que más querían, personas que son su soporte, personas importantes.

-Alexby, vegetta, ¿donde están?- sollozó, nunca había visto sus lágrimas de niño pequeño caer a tal intensidad, fargan sonrió como si fuera un padre -Los llamaré, pero vamos.

Las sirenas temblaban por sus sentidos, tenía tanto miedo en ese momento, nunca había llorado tanto, era justo el sentimiento de pérdida que sintió cuando su madre murió y conoció a Auron, ¿tenía 13 años otra vez? Sentía el estómago revuelto cuando el auto partió, sentía que todo lo que hizo por quackity era un recuerdo vacío, ni siquiera hizo algo para detener su partida, tan sólo cortó sus venas y llamó a emergencias.

Era un alfa inútil, era horrible, su padre tenía razón, todos tenían razón en darle la espalda, quackity tenía razón en preferir a otro mounstro que no fuera él, Lucía tenía razón, se sentía tan decepcionado, iba a tener un ataque de ansiedad en ese momento de tanto pensar, su garganta ardía, las lágrimas nublaban su vista.

No quería volver a ver algo que amaba en un ataúd nunca más.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora