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—¿El documento será modificado de forma inmediata? —pregunto la anciana mujer mientras dirigía su mirada hacia los papeles que estaban frente a ella, el nombre de Min Yoongi yacía plasmado en letras cursivas en las hojas, y un leve sabor acido lleno su boca.

—El documento será modificado cuando le indique —la mujer miro al hombre vestido en un traje negro frente a ella—, los cambios en los testamentos suelen ser muy comunes, sobre todo cuando se trata de las posibles personas a heredar, nunca se sabe lo que depara el futuro, señora Min.

—En efecto —leyó el nombre de su nieto—, eso no puedo negarlo —dejo de mirar las hojas—, en este caso le comenté que dejaré la fortuna de la familia a mi segundo.... nieto —la sola palabra pesaba en sus labios, ella jamás consideraría dejarle absolutamente nada a ese bastardo.

No es como si Jindae se hubiera comportado de buena manera, y no es como si ella fuera una persona que perdona a los demás en cuanto escucha las palabras mágicas "lo siento" eso no funcionaba con ella. La señora Min siempre ha sido considerada como una de las mujeres más severas en cuanto al comportamiento, y sí bien Yoongi de vez en cuando desobedecía un par de órdenes, no era como Jindae. Ese bastardo era la definición perfecta de irreverente y grosero a más no poder.

Dejarle su fortuna era como tirar una valiosa pepita de oro de vuelta al río, totalmente estúpido, quizás está sería la decisión más estúpida que iba a tomar en todos sus años de vida, y de la que más se arrepentiría hasta sus últimos días, pero no quedaba de otra, no era como si quisiera dejar que la herencia la consumieran otras personas ambiciosas, inclusive desconfiaba de su propio abogado. Así que, si tenía que dejarle la herencia a ese bastardo lo haría, no importaba si le pesaba la sola idea de dejársela, tenía que hacerlo, no iba a permitir que todo el dinero que su hijo y ella habían logrado acumular en todo ese tiempo se fuera por la borda en manos de otros lobos hambrientos.

—Sí, señora —el hombre carraspeo la garganta levemente—, realizaré un nuevo escrito con los datos que usted me ha proporcionado.

—¿Estará listo el día que te mencione?

—Sí, señora —afirmo el hombre—, tendré el documento listo para entregárselo el día que hemos acordado —el hombre se incorporo en su sitio—, no debe preocupar por el plazo del tiempo, lograré cumplir con mi palabra.

—Entonces no hay nada más que hablar aquí —la señora Min soltó un pequeño resoplido—, lo veré dentro de unos días.

—Hasta entonces, señora Min —hizo una pequeña reverencia antes de disponerse a salir de la oficina de la anciana mujer.

En cuanto los pasos del abogado se alejaron y la puerta chirrió al abrir y cerrarse, ella pudo soltar un largo suspiro y dejar caer un poco más de su peso sobre la silla, la madera no tardo en dar un chirrido en respuesta a sus pequeños movimientos, la mujer cerro los ojos con brevedad sintiendo sus sienes palpitar con insistencia, no quería admitirlo, pero la cabeza estaba a poco de explotarle, la presión era demasiada al igual que sus propias preocupaciones.

Ciertamente la señora Min necesitaba un buen y merecido descanso, y no solamente de estar día y noche llamando a los oficiales y comisarías de policía para saber si acaso habían encontrado a su pobre nieto Yoongi, sino que también quería descansar de sentir esa terrible opresión que le causaba la tristeza de la reciente muerte en su familia, no solamente su hijo había abandonado este mundo, sino que también su nieto, Yoongi...

Yoongi... puede que muchos la vean como una anciana a la que solamente le importan sus propios intereses y el dinero, puede que muchos crean que solamente piensa en ella misma, pero muy dentro de ella tiene ese amor maternal que logró entregarle casi por completo a su hijo, y solo casi por el hecho de que Yoongi se llevo más de ese amor, ella amaba la actitud de Yoongi, adoraba verlo jugar en los grandes jardines, amaba cuando se pintaba los dedos por error con las tintas liquidas de la oficina de su padre, la encantaba como él la miraba cuando le daba sus largos discursos sobre los modales y la modestia que siempre debía mostrar. Para la señora Min, Yoongi era el hijo que siempre quiso tener, uno que aprendiera a escuchar, que aprendiera a amar a los demás a pesar de su trato, que supiera siempre como corresponder las buenas acciones, alguien digno de caminar por el mundo, y por supuesto tan digno como para llevar el apellido Min.

Los Caballeros Del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora