Noche 39

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Dice la Leyenda que en Ragnarok Fenrir se comerá al sol y nos dejará a oscuras. La vida tiene dientes filosos.

Charles miraba a la ciudad desde la cornisa del tejado, desde ahí todo se veía tan pequeño, tan insignificante. Una ciudad dormida, tan dormida como todo lo que nunca dijo... o quizá si dijo pero el viento se llevó sus palabras para usarlas en algún pedazo de papeleo.

Había perdido la esperanza de volver a ver un nuevo dia, los astrónomos vaticinaron una noche eterna y esta quizá sería su última oportunidad de ver el amanecer.

-¿Que haces hijo de dios? Te vas a matar.

Una chaqueta de mezclilla azul adornada con parches descansaba dentro de la pequeña cabina de la escalera. K6, el distintivo parecia insignia militar en su pecho.

-Nada, he oído que te vas, quizá nadie vuelva a verte, dicen que se acerca una época fría para el mundo.

-¿Y desde cuando te importa el mundo Charles?

-Desde el día que decidiste llevarte el mío con tus tacones altos.

Le sonrió y sacó un palillo de dientes, hacia tiempo que no fumaba pero el Humo aún asaltaba sus sueños como uno más de esos fantasmas que danzaban en su cabeza, como ella.

-Entonces.... ¿te vas para no volver?

-Quizá, quizá no, hasta ahora solo un gato en el tejado me retiene en este mundo, no quiero abandonarlo pero otros planetas necesitan mi calor y este ya es un cascarón muerto.

-Ciertamente.... y te deseo lo mejor, amo tus caricias al alba pero como mismo las amo no deseo que tu brillo se opaque entre el humo de los mediocres.

Charles, con paso lento, se acercó a unos metros de ella.

-¿Me cantas?

Le dijo

-Cantemos juntos, hace años que no lo hacemos, incluso olvide si alguna vez lo hicimos.

-Hicimos tantas cosas... tu y yo, el mundo en nuestras manos.

-Si, eran buenos tiempos Charles, pero ya de nada vale, somos lo que somos, supongo que hemos madurado y eso lleva consecuencias.

-Cierto.

-¿Me cantaras entonces?

-Solo si te acercas.

La chica salió de su oscuro escondite, dejando ver un pelo tan negro como la noche, quizá un pequeño homenaje a ese al que dejaba detrás. Con cada uno de sus pasos el alba comenzaba a levantar colores, tonalidades de morado que pasaban a naranja, luego a brillante oro para terminar iluminando sus rostros en un beso final mientras sus voces, interpretadas por el silencio de la mañana entonaban tristes canciones de despedida...

-Nos veremos otra vez, en esta vida o en la otra Kass de los Amaneceres.

-Que el mundo nos una otra vez y que el Karma nos bese el trasero Charles de la oscura Noche.

Y a lo lejos, dos siluetas unidas en un último abrazo se despiden, guardadas en una lágrima que nunca caerá.

El Hombre de las EstacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora