A la orilla de un acantilado se sentaban dos figuras en la que pronto sería la noche 33 de su viaje juntos. El mar se dividía en dos, augurios de una tormenta a lo lejos peleaban para protagonizar la escena contra el resplandor de un sol bañado de tonos cálidos al atardecer.
- Por qué me creaste?
Preguntó aquel hombre que llevaba el verano en la sonrisa, el invierno en su pelo, las arrugas del otoño en sus manos y la dulzura de la primavera en su voz.
- Te lo dije una vez, quizá ya no lo recuerdas.
Dije mirando al cielo
- Todo lo que escribes es pequeño, no daría para un verdadero libro, más bien un cuaderno del pensamiento de un ser humano defectuoso.
Tenía razón, así que respondí como todo padre responde a las contestas de un hijo:
- Así quiero que seas la verdad, un libro largo de escritos cortos, un pensadero donde botar todo eso que no deseo conservar dentro de mi junto con lo que quiero decir y no puedo, como dice una amiga, un Museo del Louvre para exponer mis traumas pintados al óleo.
- Que fácil todo.¿Me dices que seré gordo a base de platos pequeños? Esa no es manera de alimentar a tus vástagos.
Sonreía resignado al decir esto último; casi pareciera que aceptaba gustoso su destino en este plano.
- En eso se basa la comida Gourmet, la vida lujosa y el vacío humano.
- Entonces, escribe en mí, aunque no se como lo harás, no tengo páginas.
- Pero sí un papel, eres mi voz entre renglones.
- Ó tu manual de usuario en versión de lujo. Viviré lo suficiente?
- Incluso después de que abandone este mundo para terminar convertido en polvo.
-Suena bien, cantaré tus historias como alguna vez hicieron los bardos.
Se hizo una pausa, volaban las horas como gaviotas delante de nuestros ojos y la vida iba entre sus alas.
- Treinta y tres noches Charles.
- Treinta y tres noches, y aún no sale la Luna... ¿Puedo llamarte padre?
- Puedes, sólo no me pidas que te haga joven.
Sonreímos juntos un rato más, juntos en el peñazco, mirando el mar, el mayor espejo, o, como les decía Kilgore Trout, una gotera al otro lado del espacio.
ESTÁS LEYENDO
El Hombre de las Estaciones
PoesíaFrases, pensamientos al aire entre cafes y madrugadas en vela. El hombre de las Estaciones será tu guía a travez de los desvaríos de una mente que cambia tanto como estas a través de años... Ó minutos... Todo depende de Vivaldi... (Ilustraciones G...