Aquélla mañana el Hombre de las estaciones despertó por la obligación de despertar, realmente no quería hacerlo, era uno de esos días, uno de esos de una vez al año en que el cielo es azul y el mundo colorido, pero, para uno está todo a tonos de gris. Llevó sus pasos al mundo, saludó y en un chiste trató de advertir que no se acercara nadie a su radio de explosión, no quería terminar convirtiéndolos en aquella mancha que dejaron los pobres diablos de Nagasaki en las paredes de sus hogares. Hoy odiaba la existencia, odiaba la vida, se debatía entre el deseo de sólo existir y las ganas de matar hasta terminar exhausto sobre un trono de cadáveres. No era culpa de nadie, sólo era el vacío, esa entidad que a veces invitaba a todos sus trastornos a bailar en la corte de la ira haciendo visible la desestabilidad mental que lo abrazaba. Hoy era un día malo, arrepentimiento, amor imposible, malas decisiones, ganas de vivir y de morir al 50%, mirando la soledad absoluta como una buena opción una vez más, su vieja amiga, la cómplice de su narcisismo que conspiraba para hacerlo volver a ella. Nadie entendía su sarcasmo, nadie entendía que hoy los intentaba salvar de ser el objetivo de su crueldad, así que solo se alejó, caminado contra el horizonte.
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El Hombre de las Estaciones
شِعرFrases, pensamientos al aire entre cafes y madrugadas en vela. El hombre de las Estaciones será tu guía a travez de los desvaríos de una mente que cambia tanto como estas a través de años... Ó minutos... Todo depende de Vivaldi... (Ilustraciones G...