Aquella niña rota reía para ocultar el miedo. Estrechaba manos mientras deseaba correr. Hablaba mirando a los ojos, esos que sin vacilar habría arrancado con tal de que se callaran las voces en su cabeza.
Cada noche, la oscuridad le contaba una historia de desesperación y la soledad le daba un puñetazo envuelto en falsas promesas de desprecio universal.Cada día, una nueva marca; cada marca, un nuevo día. Así registraba su existencia en su cuerpo, con dolor, para recordar que no era invisible ni etéreo.
Sin una luz que guiara su camino, una mañana corrió, corrió como nunca, y en el camino maldijo a Dios, al universo y al que escribió la teoría de la inmortalidad cuántica.
Corrió como alma que lleva el diablo; casualmente había decidido mudarse con él. Ya que más daba, unos pasos más, unos pocos metros...Tensión, un vacío cargado de cosquillas en la panza y una calle llena de gente que no recordaría ni su cara después de unas horas.
Pero...
¿Por qué no caía? ¿Acaso su mundo se había detenido por orden de algo providencial?
Aquella niña rota reía...
Aquel hombre la sostenía y, por primera vez en mucho tiempo, el miedo desapareció.
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El Hombre de las Estaciones
PuisiFrases, pensamientos al aire entre cafes y madrugadas en vela. El hombre de las Estaciones será tu guía a travez de los desvaríos de una mente que cambia tanto como estas a través de años... Ó minutos... Todo depende de Vivaldi... (Ilustraciones G...