Capítulo 4: El desconocido caballero

152 16 94
                                    

La noche fue larga para ambos, tomando en cuenta todas las abundantes novedades que surgieron, Emilia no podía dejar de pensar en el posible peligro que estaba enfrentando, al haber llevado a su departamento a un extraño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La noche fue larga para ambos, tomando en cuenta todas las abundantes novedades que surgieron, Emilia no podía dejar de pensar en el posible peligro que estaba enfrentando, al haber llevado a su departamento a un extraño. No obstante, el desconocido no dejaba de ser la oportunidad que buscaba para recuperar su vida, esa que parecía perdida luego de las amenazas de su exprometido. 

Por otro lado, John seguía encandilado con las fascinantes tecnologías, junto con los incontables descubrimientos que envolvían al nuevo mundo. En su delirio por querer saberlo todo, se convirtió en presa del agotamiento en mente y cuerpo, por lo que en el momento que se permitió cerrar sus ojos, el sueño le cobijó de inmediato en el sofá-cama de su anfitriona.

Para la mañana siguiente, Emilia despertó más temprano que de costumbre, ya que los cuantiosos ruidos provocados por el televisor a alto volumen, interrumpieron el tan ansiado descanso. Llevó ambas manos a la cabeza, deseando volver al descanso que le fue difícil conseguir luego de haber dado tantas vueltas alrededor de su cama.

Sin lograr recuperar el sueño, optó por ponerse de pie, esperanzada con la idea de que su departamento siguiera intacto.

—Señor Bennett, ¿no durmió bien? —preguntó desde la puerta de su habitación, con un pijama sencillo de shorts blancos y blusa de tirantes sin nada más por encima.

—Por supuesto que sí, señorita Scott. Su sofá convertido en cama me ha proporcionado una de las noches más placenteras que he tenido —respondió Bennett sin desviar la mirada del televisor.

Emilia rodó los ojos, puesto que tenía perfectamente claro que el caballero que durmió en su sillón, sí logró conciliar el descanso. Los fuertes ronquidos que atravesaban las paredes, fueron innegables. Enseguida caminó hacia la cocina en busca de una taza de café.

John, finalmente, despegó la mirada del televisor y se encontró con una bella mujer con pocas ropas sobre su cuerpo. En dicho instante, el caballero ocultó el rostro, sintiéndose apenado por haber alcanzado a verle las piernas, tomó la manta que Emilia dejó para él en el sofá y corrió a cubrirle el cuerpo con la tela.

—¡¿Qué sucede?! —cuestionó ella casi asustada.

El caballero apenas si tenía palabras para responder, puesto que era mayor la incomodidad que padecía.

—Es una mujer hermosa, madame, mas no puede andar en ropas íntimas frente a mí o cualquier otro hombre. Es inapropiado —mencionó con los ojos en la pared. 

—¿Ropa íntima? —Se vio a sí misma, confundida y luego sonrió—. No, John. Estas son mis pijamas, duermo con esto, no es mi ropa interior.

—Su ropa de cama, siguen siendo prendas íntimas —dijo aún con la mirada desviada—. Le agradecería, se mantuviera cubierta el tiempo que yo esté aquí.

A Emilia no le quedó otra opción que aceptar estar cubierta por la manta, muy a regañadientes, tendría que tapar sus piernas para la próxima vez, así el caballero de 1848 no se sentiría incómodo y ella tampoco lo estaría bajo la persuasiva mirada de quién la reprendió.

Después de 174 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora