Capítulo 24: Condiciones

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La notable decoración por las calles de Shrewsbury les decía a todos que el otoño estaba sobre sus cabezas, era tiempo de usar esos gruesos guantes y bufandas con grandes gorros para protegerse del clima

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La notable decoración por las calles de Shrewsbury les decía a todos que el otoño estaba sobre sus cabezas, era tiempo de usar esos gruesos guantes y bufandas con grandes gorros para protegerse del clima. 

Los árboles que decoraban los jardines de la casa de los Scott, bailaban al ritmo del frío viento que se percibía en la intemperie. Los ojos cafés de Emilia parecían perdidos en la ventana, luego de analizar con detenimiento la majestuosidad con la que se iluminó el jardín, en el momento en el que las luces fueron encendidas. Había pasado tiempo desde la última vez que vio a Arthur, a pesar de ello, el hombre aparecía en sus pensamientos con cada mañana y cada noche. Le era absurdo pensar en que lo conoció el verano de ese mismo año y para el otoño ya había pasado por una nueva decepción amorosa.

«Parezco una adolescente», pensó al tiempo que miraba las luces de un automóvil negro estacionarse al frente.

—¿Quién es? —preguntó Ruth, quien colocaba una bandeja con bocadillos en la mesita de la sala.

—Michael —respondió Emilia sin mostrar ningún tipo de emoción.

Escucharon a Glenda decir desde la cocina que ella abriría la puerta, Emilia no se movió de su lugar, pero Ruth corrió a recibir al invitado de esa noche.

Michael apareció frente a ellas con un regalo de papel blanco y listón morado, le dio un beso en la mejilla a Ruth y luego caminó a donde Emilia para darle un fuerte abrazo. La castaña no se sintió del todo cómoda con la muestra de afecto que insinuaba otro tipo de acercamiento.

—Feliz cumpleaños. —Le dijo prácticamente al oído.

Emilia dio un paso hacia atrás, tomó el regalo que Michael le entregó y sonrió forzada por la circunstancia.

—Gracias, no debiste molestarte.

—No son molestias.

—Michael, ¿Brandi o Whisky? —cuestionó Ruth interponiéndose entre ambos.

Michael se limitó a alejarse de la castaña y a solicitar su bebida favorita. Esa noche era para celebrar.

—Un Brandi estará bien, hace frío afuera.

Pensar en la inclemencia del clima provocaba en Emilia un nudo en la garganta. Con frecuencia imaginaba a Arthur extraviado por la ciudad sin tener un lugar a donde ir, en más de una ocasión, decidió vagar por los parques con la idea de encontrarlo en busca de refugio, pero eso nunca sucedió, él no estaba en Shrewsbury y Emilia lo desconocía.

—Entonces, ¿qué decidiste, Emilia? —interrogó Michael ya sentado sobre el elegante sofá blanco que adornaba el centro de la sala.

—No quiero trabajar en el departamento de artes, Michael. Agradezco la oferta, pero no es lo que quiero —replicó acercándose al mismo sillón y tomando una copa de vino que estaba servida sobre la mesita central.

Después de 174 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora