Capítulo 16: Evidencias que desmienten

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—¿Qué fue lo que le dijeron con exactitud? —preguntó Emilia a través de la bocina del celular

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—¿Qué fue lo que le dijeron con exactitud? —preguntó Emilia a través de la bocina del celular.

—No fue mucho, en realidad. Más bien le hablamos sobre el interés que teníamos por los retratos hechos por Lorens —respondió Jénifer en el teléfono.

—¿Mencionó algo que desconociéramos?

—No, no tenemos mucho fuera de que se trataba del pintor oficial del Conde —explicó con un abrumador tono de derrota—. Lo que sí nos ha dejado claro la mujer del museo de Francia, es que las firmas son consistentes con las que ellos tienen en exhibición. Es la misma.

Emilia mordió un labio, debía ocurrírsele algo para la validación de información que necesitaba, únicamente así, podría corregir el supuesto error que existía en los retratos.

—¿Qué hay del otro pintor? El desconocido.

—Sobre ese hombre no tenemos información. Ni siquiera en los expedientes de la familia.

Emilia soltó el aliento y reclinó el cuerpo sobre la pared. Todo plan que tenía para salvar el castillo fue deshecho.

—Gracias por la ayuda. Las veré el lunes —finalizó con tristeza.

No obstante, cuando Emilia estaba por terminar con la llamada, la joven estudiante interrumpió con un último detalle.

—Oh, lo siento, doctora. El profesor Miller nos dijo que seríamos transferidas a otros departamentos —comentó la alumna con la timidez en la voz.

La mujer frunció el ceño, ¿qué derecho tenía Michael a solucionar sus problemas? Ellas eran sus estudiantes y como tal continuarían.

—Liberaré las prácticas de René luego de empacar todas las pertenencias del castillo y tu tesis está casi terminada, corregiremos lo que te falta y luego te titularás. Yo me encargo de eso.

—¡Gracias, doctora Scott! Seguiré investigando —soltó la chica haciendo notar su felicidad.

Finalmente, Emilia colgó la llamada.

Acaso, ¿eso era todo? ¿Terminaría con el castillo y la vida de los Bennett? Emilia seguía negada a la idea, en su cabeza no podía siquiera contemplar esa posibilidad, la aborrecía grotescamente a pesar de que todo el panorama le indicaba que no había solución.

Agachó los ojos, hizo el teléfono a un costado y simplemente se dejó caer sobre el colchón de su habitación. Estaba decidida a deprimirse por el resto del fin de semana, ahogando sus penas en postres.

No tenía manera de salvar el castillo y tampoco podía saber si las pinturas estaban mal catalogadas, ya que no existían expedientes que lo demostraran o la presencia de alguien que lo confirmara. Al menos eso era lo que creía, hasta que la voz de John le provocó una epifanía; todo ese tiempo tuvo la respuesta en la cara sin considerarlo. John era quien lo solucionaría, aunque para que eso sucediera, ella debía preguntar con cautela, tomando en cuenta que el caballero estaba cada vez más renuente con las ideas que la historiadora aportaba sobre salvar el castillo. Ahora, él se mostraba bastante desinteresado.

Después de 174 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora