Capítulo 20: ¿Quién es él?

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Una noche completa pasó, una noche que dejó atrás todo tipo de emociones que surgieron desde la intimidad de una relación: amor, desamor, tristeza, enojo, orgullo y desilusión

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Una noche completa pasó, una noche que dejó atrás todo tipo de emociones que surgieron desde la intimidad de una relación: amor, desamor, tristeza, enojo, orgullo y desilusión. Emilia despertó con la sensación de tener el rostro demacrado, no existía la intención de ponerse de pie para ver su reflejo frente al espejo, no quería volver a ver esos ojos rojos e hinchados por el constante llanto, la nariz roja de tanto frotarla y las grandes ojeras provocadas por el poco descanso. No estaba dispuesta a pasar por aquella desgarradora situación una vez más.

Un ligero recuerdo la hizo sollozar, era la segunda vez que terminaba encerrada en esa habitación luego de sus decepciones amorosas, claro estaba que su noviazgo con el Conde no fue la gran cosa, puesto que este duró poco más de un mes y no cuatro años como su relación con Michael. Sin embargo, lo extrañaba casi todo: el ruido que hacía en las mañanas, sus constantes preguntas incesantes, su rostro escondido detrás de un libro, la formidable manera que tenía para expresarse. El hombre estaba en su mente, pero no frente a ella, no podría extender la mano para palparlo y tampoco diría su nombre con el fin de escucharle la voz.

Decidió que no pasaría el día en la cama recordándolo, sería mejor si se ponía de pie sin lamentaciones para tomar un largo baño de agua caliente y luego salir de ahí en compañía de sus padres. Una hora después, estaba lista, sonrió para sí misma a pesar de saber que el gesto era falso. Omitió el maquillaje, recogió su cabello en una coleta y salió de la habitación para encontrarse con Glenda.

—Hola, preciosa. Despertaste temprano hoy —saludó la mujer que traía un cesto de ropa limpia sobre las manos.

La castaña asintió con la cabeza, resignada a iniciar el día.

—Sí, será lo mejor, ¿dónde están mis padres?

—En la cocina con Michael —informó ella, alertándola con una mueca del problema.

Emilia no tardó en arrugar la frente, tenía nulos deseos por ver a Arthur o a Michael, era demasiado pronto para entablar complicadas conversaciones.

—¿Qué es lo que quiere tan temprano? —preguntó.

—Tengo entendido que aclarar un par de situaciones con respecto a John.

—¿Aclarar? —cuestionó y enseguida cerró los ojos después de recordar—. Oh, Dios... Debe estar hablando sobre la supuesta identidad de John.

—¿Entonces es cierto? Escuché algo cuando se lo dijo a tus padres, pero luego salí de la cocina y ya no supe más. Después de lo que él te hizo, no puedo ni tenerlo cercas y lo mismo deberían hacer tus padres.

Emilia levantó una ceja y ahogó una sonrisa, Glenda era siempre la más directa.

—Mis padres lo ven todo de manera objetiva. Además, él hace bien su trabajo en la universidad, lástima que no hizo lo mismo en nuestra relación.

Después de 174 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora